La evaluación de los resultados de los recursos de que el país está invirtiendo debe incluir en primer lugar el beneficio que genera en las personas. Está bien rendir cuenta del monto invertido, de los kilómetros de caminos mejorados y de los viaductos terminados; pero más importante es saber si esos avances redundan en un mejor acceso de la población a los servicios públicos o si los productores y trabajadores mejoran sus ingresos, gracias al acceso a mejores mercados.
El aislamiento que sufren todavía muchas personas y localidades del Paraguay, especialmente en la Región Occidental, contrasta con la idea de un país exitoso en términos de desempeño económico de más de una década, de acelerado endeudamiento para financiar infraestructura y de la propaganda que en muchos ámbitos se hace acerca del milagro latinoamericano ubicado en los primeros lugares de los ránkings internacionales en exportaciones de ciertos rubros. Mientras existan poblaciones que no logren acceder a salud y educación, comercializar sus productos en mercados que paguen mejores precios superando las condiciones asimétricas que les imponen los intermediarios y optar por mejores puestos de trabajo, no se puede hablar de éxito económico ni mucho menos de desarrollo.
Paraguay es un país de ingreso medio y tendiendo a ser de nivel alto, y cuenta con una geografía relativamente plana y sin accidentes geográficos. La existencia de un PIB elevado implica que hay recursos suficientes para financiar infraestructura, que además si está bien planificada, los beneficios que reditúe bajo la forma de impuestos o peajes contribuirán a su pago.
Por otro lado, una geografía amigable implica costos bajos con relación a los de los países con montañas, desiertos, fuentes de agua o grandes extensiones de tierras bajas e inundables. Si la razón de nuestro orgullo es que Paraguay crece más que los otros países, debería avergonzarnos que en este contexto territorial, una mujer y su pequeño hijo hayan pasado la noche en el barro y en el medio del monte por no poder atravesar un pequeño tramo de camino, tal como fue difundido por la prensa. La exclusión geográfica es una realidad en el país. Hay estadísticas que muestran que, a pesar de todos los avances económicos de Paraguay, todavía hay personas que señalan que la distancia al establecimiento de salud o a la escuela son las razones para no consultar cuando se enferman o para dejar de estudiar.
La queja permanente de los campesinos es la comercialización de sus productos. Una parte del origen del problema se encuentra en la mala calidad de los caminos y los altos costos de traslado. Esperemos que el nuevo Gobierno ponga a las personas en el centro de su gestión y que en sus indicadores de evaluación de su gestión no se limiten a cuantificar monto invertido o kilómetros pavimentados, sino personas que mejoraron su vida, gracias a la extensión de vías terrestres o fluviales.