La historia de la encarnación se abre con estas palabras: No temas, María. Y a San José le dirá también el Ángel del Señor: José, hijo de David, no temas. A los pastores les repetirá de nuevo el Ángel: No tengáis miedo. Este comienzo de la entrada de Dios en el mundo marca un estilo propio de la presencia de Jesús entre los hombres.
Dios nunca llega tarde para socorrer a sus hijos. Aun en los casos que parezcan más extremos, Dios llega siempre, aunque sea de modo misterioso y oculto, en el momento oportuno. La plena confianza en Dios, con los medios humanos que sean necesarios poner, dan al cristiano una singular fortaleza y una especial serenidad ante los acontecimientos y circunstancias adversas.
El papa Francisco, en las vísperas y tedeum de final del año 2013, había dicho: «La respuesta que damos hoy a Dios, que nos ama en Jesucristo, incide en nuestro futuro».
“Con Jesús ha llegado la plenitud” del tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación. Y no habrá más una nueva revelación, sino la manifestación plena de aquello que Jesús ya ha revelado. En este sentido estamos en la “última hora”, cada momento de nuestra vida es definitivo y cada acción nuestra está cargada de eternidad; de hecho, la respuesta que damos hoy a Dios, que nos ama en Jesucristo, incide en nuestro futuro.
Mientras el año llega a su final, recogemos, como en un cesto, los días, las semanas, los meses que hemos vivido, para ofrecer todo al Señor. Y preguntémonos, con coraje: ¿cómo hemos vivido el tiempo que él nos ha donado? ¿Lo hemos usado sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos sabido gastarlo también en los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para “estar con Dios”, en la oración, en el silencio, en la adoración?”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal)