16 abr. 2024

No es poca cosa

No es poca cosa que se hayan hecho públicas las listas de los salarios que paga el Estado, incluyendo a las Binacionales. No es la solución al problema propiamente, desde luego, apenas la confirmación de su gravedad; pero, se trata, indudablemente, de un primer paso indispensable, como el alcohólico que necesita como condición previa para enfrentar su drama reconocer la enfermedad.

No fue poca cosa que las cabezas de los tres poderes del Estado acordaran sacar a la Dirección de los Registros Públicos del ejido del Poder Judicial, fusionarla con el Catastro y el Registro del Automotor y darle autonomía a la nueva entidad. Más de la mitad de los entuertos judiciales del país están vinculados con discusiones sobre la propiedad.

El cambio no garantiza que se corregirán de golpe y porrazo todas las anomalías surrealistas anidadas a lo largo de medio siglo en los registros físicos y jurídicos de la propiedad en Paraguay; es obvio pero es el inicio del proceso.

No es poca cosa que la economía registre el quinquenio de mayor crecimiento en muchas, muchas décadas. Por supuesto, el crecimiento solo no supone automáticamente una reducción proporcional de los niveles de pobreza ni una mayor equidad. Pero sin ese crecimiento ni siquiera se pueden plantear políticas públicas que permitan achicar la brecha social.

Que el discurso de algunos de los más fieles exponentes de la vieja política esté cambiando, que hablen de la necesidad de transparentar el gasto público, que declaren su intención de eliminar cargos innecesarios o privilegios presupuestarios insultantes, no nos da seguridad alguna de que esas sean realmente sus intenciones, ni de que el verso vaya a convertirse en acción. Pero es una clara señal de que los vientos están cambiando, y de que hasta ellos son conscientes de que los malos hábitos de siempre ya no tendrán los niveles de tolerancia pública de antes.

No es poca cosa.

Algo se está moviendo. Los podridos cimientos del sistema de dominación política rechinan. Las reformas tantas veces aplazadas no podrán ser detenidas ya por mucho más tiempo. Y los potenciales aliados del cambio pueden surgir en cualquier parte, incluso en los sectores más conservadores del espectro político.

Nunca hay que olvidar la historia. Muchos de los grandes reformistas, como Mijaíl Gorbachov o Deng Xiaoping salieron del corazón mismo de las viejas estructuras que debían ser transformadas.

La sociedad debe encontrar a esos aliados. Tenemos que desbloquear las listas de candidatos al Parlamento para ampliar el control ciudadano sobre el Congreso, otorgar inamovilidad a jueces y fiscales para cortar el control político sobre sus acciones, como requisito insalvable para la construcción de una Justicia independiente; y purgar definitivamente al Estado de la parasitosis partidaria.

No estamos en un país mucho mejor que el de hace diez o veinte años, pero sí en uno con condiciones notablemente mejores para hacer los cambios de fondo.

Y eso, definitivamente, no es poca cosa.