Mientras la gran mayoría se pierde en los frenéticos días de compras a los que la sociedad de consumo redujo los preludios navideños, entre 50 y 70 familias por día y por sector están repitiendo la dramática situación de abandonar sus casas y buscar refugio en algún espacio comunitario en medio de una precariedad aún mayor de la que tenían viviendo a orillas del río.
La crecida vuelve a darse y cuando los pobladores de las zonas inundables de la capital apenas se estaban reacomodando en sus viviendas, luego de meses en refugios, las aguas vuelven a expulsarlas.
Esta vez lo hacen en un muy mal momento: es la transición en la administración municipal. Etapa en que afloran todas las debilidades de la institución y en que los que quedan a cargo, hasta tanto asuman el nuevo ejecutivo y legislativo comunal, expresan con soltura que no hay recursos para atender siquiera los servicios básicos.
Pero además sucede en una época de celebraciones, de obsequios, de risas, de balances del año y de proyecciones, por lo que reprisar una situación cargada de necesidades, de tristeza e incertidumbre, aumenta el drama para estos compatriotas que, ya por pobres, se afincaron en los terrenos anegables que deben desalojar cada vez más seguido.
Lo peor de todo es que lo que está ocurriendo se avisó que ocurriría. Se esperaba que el fenómeno de El Niño se manifestara ya en octubre.
Lo sabían las instituciones públicas responsables de buscar soluciones y prepararse para responder oportunamente a las secuelas de los rigores climáticos. En el caso de la Municipalidad de Asunción, que cíclicamente ha estado afrontando el problema de las inundaciones con las poblaciones de los bañados, es imperdonable que, bajo la excusa de la reciente campaña electoral, no haya establecido un plan de contingencia y previsto el presupuesto para atender a este sector castigado por la pobreza y la falta de acceso a una vivienda segura.
A la fecha ya son cerca de 12 mil familias las que están padeciendo en Asunción todas las dificultades que implica vivir en estas condiciones.
Para ellas y otras muchas más que se irán sumando a esta fila de paraguayos en situación de pobreza, la celebración de la Navidad será entre el temor a las torrenciales lluvias y el tiempo que tendrán que permanecer hacinados en los improvisados campamentos, y la esperanza de que el nuevo intendente y su equipo traerán una propuesta de solución definitiva.
Entretanto, para los que viven el verdadero espíritu navideño, visitar y ayudar a estos compatriotas debe ser una acción ineludible.