24 abr. 2024

Naomi Oreskes dice que “no tenemos por qué seguir un camino que nos lleva al colapso”

Madrid, 26 jul (EFE).- La mayoría de historiadores estudian el pasado, algunos el presente y muy pocos se atreven con el futuro. En este último grupo está la científica americana Naomi Oreskes que se ha aventurado a describir cómo será el mundo a finales de siglo si no frenamos los impactos del cambio climático.

Fotografía del pasado 10 de junio de la geóloga y profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard, Naomi Oreskes. EFE

Fotografía del pasado 10 de junio de la geóloga y profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard, Naomi Oreskes. EFE

La geóloga y profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard sitúa en el año 2093 el momento histórico que da nombre a su último libro: “El Colapso de la Civilización Occidental”, que acaba de publicar junto Erik Conway, científico del Instituto Tecnológico de California.

De manera provocadora, Oreskes pronostica “el paisaje” que aguarda a las democracias occidentales al final de la autopista por la que circulan actualmente con un objetivo: “Crear sensación de urgencia”, aseguró en una entrevista telefónica con Efe.

El panorama que presenta es de película de terror: la desintegración de la capa de hielo oeste de la Antártida sumerge gran parte de las capitales del mundo occidental; eso y los desastres naturales provocan migraciones masivas y una reorganización del orden mundial.

Estados Unidos por ejemplo, donde se vetaron las renovables y se encarcelaron a los científicos climáticos -según relata-, está fusionado con Canadá cuando se produce el colapso en 2093. Sus habitantes tienen racionados el agua y la comida, y prohibido por ley tener más de un hijo.

Todos estos detalles se conocen cuando, trescientos años después, rememora los hechos un erudito en China, la única superpotencia que queda en el mundo debido a que supo dar a tiempo un giro drástico hacia las energías renovables, y eso sí, con controles de población rígidos y un gobierno central autoritario.

Oreskes, una de las voces más influyentes en cambio climático, insiste en que el objetivo de esta historia apocalíptica es decirle a la gente: “Esto no tiene por qué suceder, no tenemos por qué seguir un camino que sabemos que nos lleva al colapso”.

¿Estamos a tiempo de evitar estos impactos? “Si empezamos con fuerza ahora mismo hay posibilidades, pero si lo dejamos pasar más tiempo el resultado puede ser catastrófico. Hemos perdido dos décadas en las que teníamos ciencia y evidencia suficiente para haber actuado”.

Para argumentar por qué este es un momento “crucial” para evitar males mayores a Oreskes no le queda más remedio que recurrir al pasado: “Siempre que se ha producido un cambio tecnológico a gran escala en la historia han hecho falta 20 o 30 años, si tenemos en cuenta que la transición tiene que estar hecha para 2050, debemos empezar ya”.

La historiadora piensa que una de las primeras acciones que hay que tomar es la adopción de una “tasa de carbono”, de manera que los combustibles fósiles “empiecen a reflejar su coste real” y “la industria se vea obligada a diversificarse y cambie el modelo de negocio”.

Aunque hay pocos indicios de que países tan contaminantes como Estados Unidos vayan a instaurar pronto un impuesto de ese tipo (“carbon tax”), Oreskes vuelve a recurrir al pasado para arañar algo de optimismo: “A lo largo de la Historia han pasado cosas que la gente nunca hubiera imaginado que sucederían”.

La autoría de un transcendental estudio científico en 2004 titulado “El consenso científico en torno al cambio climático” o el libro “Mercaderes de la duda” (también escrito junto a Conway en 2008), entre otros, han hecho de Oreskes una de las voces más relevantes en la ciencia del cambio climático.

Hasta el papa Francisco la invitó recientemente al Vaticano para que le hablase del tema.

“Fue más que nada foto”, dijo riendo al preguntarle por la cuestión, “pero, aunque la ciencia no tenga que ver con la moral, el cambio climático tiene elementos intergeneracionales y de justicia que interesan a instituciones como el Vaticano”.

Caty Arévalo

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