Tal vez sea por la edad. Quizás por las circunstancias que nos rodean en el Paraguay. Ciertamente porque a todos nos falta alegría y esta nace de la esperanza.
Comencemos por la edad. A los 88 años pareciera que tenemos un sexto sentido para ver todo el entorno de todo lo que nos rodea. Y lo que vemos es mucho, es demasiado duro para que no nos golpee.
Si bajo socialmente en la sociedad, al empobrecido le falta todo. Y, si alguna vez tuvo algo, ya se lo quitaron.
Si subo, creo que es aún peor. Todas las puertas están cerradas. Las órdenes y deseos vienen por intermediarios. No sabemos si están vacíos o llenos, son honestos o están corrompidos. Y ellos son los que tiene el inmediato poder en la sociedad. Si como dijo Jesús “por sus frutos los conoceréis”, yo al menos veo allí mucha corrupción.
Si es por lo que nos rodea en personas y acontecimientos y leyes y política en el Paraguay, por decirlo en pocas palabras, “todavía no ha amanecido”.
Y, finalmente, la tónica general no es la alegría. Exteriormente con el deporte del fútbol o la droga parece que existe. Pero, es mentira. Aprendo mucho de los ojos de las personas y los encuentro tristes. Demasiada resignación, demasiado aguante, demasiada tensión. Demasiada frustración. Poca o ninguna serena alegría.
Por eso, “nadie da más que quien da esperanza”.
Pero, ¿qué es dar esperanza con este desastre de gobierno que tenemos?
Lo primero es estar convencido de que el gobierno clientelista no es eterno. Está en nuestras manos que él desaparezca. Esto muchos no se lo creen, y la esperanza no está en ellos.
Por eso dar esperanza es hacer consciente a nuestro pueblo de que el cambio está en nuestras manos.