“Queremos mejor servicio de telefonía e internet, pero no queremos las antenas"; “estamos cansados de los cortes de luz, necesitamos usar la energía de Itaipú y Yacyretá, pero no queremos las subestaciones en el barrio"; “es urgente agilizar el tránsito, pero no queremos las autopistas y viaductos"; “el sistema de transporte es deplorable, se debe modernizar, pero no queremos Metrobús ni el tren de cercanías”.
Son algunas frases de ciertos grupos ciudadanos que ayudan a que el calvario paraguayo perdure. Obviamente, la mayor parte de la culpa la tienen las autoridades de turno, porque cuando surgen estos válidos resquemores, en vez de buscar un diálogo y concientización, parecen enturbiar más el ambiente con el silencio, siendo sencillas las explicaciones.
Las radiobases de las empresas telefónicas, llamadas coloquialmente antenas, y las subestaciones (no subestáticas), el sitio donde se transforma la electricidad de un nivel de tensión a otra, no producen cáncer ni otro tipo de enfermedades. No lo digo yo, lo dicen informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hasta la fecha no existen evidencias científicas convincentes de que estas infraestructuras tengan efectos adversos para la salud. No emiten radiaciones ionizantes; es decir, no pueden alterar las moléculas, a diferencia de los rayos X.
En la nota informativa de la OMS Nº 205 se indica que “en la práctica, la única manera en que los campos electromagnéticos (CEM) pueden interactuar con los tejidos vivos es induciendo en ellos campos y corrientes eléctricas. A los niveles que son habituales en nuestro medioambiente, la magnitud de estas corrientes es inferior a la de las corrientes que producen espontáneamente nuestro organismo”.
En cuanto al tránsito y transporte público, resulta inverosímil que aún exista oposición de pequeños sectores a las obras, siendo que hoy, para recorrer solo 20 kilómetros se demora más de 60 minutos en horario pico, sea en automóvil o bus. Así es muy difícil avanzar, sobre todo cuando grupos empresariales también utilizan la crítica ciudadana como pantalla para defender sus mezquinos intereses. El bienestar general debe primar sobre el particular.
Que la ANDE, Essap, el MOPC y las municipalidades son entidades con muchas falencias, es indiscutible. Toda mejora sustancial debe surgir del Estado, pero el pueblo también tiene que hacer su parte y más allá de que no simpatice con ciertos gobernantes o movimientos políticos, cuando se trata de emprendimientos que benefician a la mayoría, es necesario acompañar. Solo así podremos exigir después.
De lo contrario, seguiremos culpando a las autoridades del atraso y estas tendrán una fácil salida, devolviendo la culpa a la ciudadanía y llevando mucho dinero de paso.