Prefiero la misericordia al sacrificio... Por eso, un campo principal de nuestras mortificaciones ha de ser el que se refiere a las relaciones y al trato con los demás, donde ejercitamos continuamente una actitud misericordiosa, como la del Señor con las gentes que encontraba a su paso.
El aprecio por quienes cada día tratamos en la familia, en nuestro quehacer profesional, en la calle, empuja y ordena nuestra mortificación. Nos lleva a hacerles más grato su paso por la tierra, de modo particular a aquellos que más sufren física o moralmente, a prestarles pequeños servicios, a privarnos de alguna comodidad en beneficio de ellos.
Con respecto al Evangelio de hoy, el papa Francisco en una homilía en Santa Marta dijo: “La consolación es este rehacer todo no una vez, sino muchas veces, con el universo y también con nosotros. Este rehacer del Señor tiene dos dimensiones que es importante subrayar. Cuando el Señor se acerca nos da esperanza, el Señor rehace con esperanza, siempre abre una puerta. Siempre.
Cuando el Señor se acerca a nosotros no cierra las puertas, las abre. El Señor en su cercanía nos da la esperanza, esta esperanza que es una verdadera fortaleza en la vida cristiana. Es una gracia, es un don.
Acercarse y dar esperanza, acercarse con ternura. Pero pensemos en la ternura que ha tenido con los apóstoles, con la Magdalena, con los de Emaús. Se acercaba con ternura: ‘dadme de comer’.
Con Tomás: ‘pon tu dedo aquí’. El Señor siempre es así. Así es la consolación del Señor. Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia de no tener miedo de la consolación del Señor, de estar abiertos: pedirla, buscarla, porque es una consolación que nos dará esperanza y nos hará sentir la ternura de Dios Padre”.
(Del libro Hablar con Dios y http://es.catholic.net/op/articulos/5000/dichosos-los-que-no-han-visto-y-han-credo.html)