Es el caso del profesor Miguel Morínigo, quien vive a 96 kilómetros de la escuela Brígida Miranda de Barudi en Tacuatí. Para evitar el viaje diario de ida y vuelta en moto, el educador armó una pequeña vivienda en el predio de la institución educativa de gestión oficial.
“Ir y venir en moto todos los días me costaría G. 50.000, casi la mitad de mi sueldo”, afirmó. Por la distancia, vive lejos de su familia, que lo aguarda los fines de semana en su ciudad de origen. Es catedrático y tiene alrededor de 200 horas cátedra a un promedio de G. 15.000 por cada hora.
Eso no es todo. En el pequeño hogar, que se encontraba cerrado bajo llave a la hora de nuestra visita, residen otros dos profesores en la misma situación. Estas pequeñas viviendas son conocidas en el interior de la República como “casas del maestro”. “Los docentes somos de todo, pintamos, construimos, debemos ser modelo para los niños en la comunidad”, aseguró el educador, quien lleva casi 20 años en la docencia.