–¿Ya escribió su renuncia?
–Aún no. Será muy breve.
–¿Cómo fue estar al frente del recinto religioso más fervoroso del país? ¿Se sintió satisfecho o preocupado?
–La vida es una mezcla de ambas sensaciones. Pero debo reconocer que estar al servicio de la Virgen de Caacupé fue una experiencia inolvidable.
–¿Qué piensa hacer una vez jubilado?
–Volver a mi comunidad de los Padres de Schoenstatt. Allí se definirá qué haré y dónde voy a vivir. Si es por mí, me gustaría dedicarme plenamente a los ancianos y enfermos. La necesidad pastoral en los hospitales es muy grande.
–¿Qué destaca de su labor frente a la Conferencia Episcopal Paraguaya?
–Varias cosas: Lo difícil que fue encarar con serenidad y espíritu evangélico los problemas internos y desafíos pastorales y sociales. Los puntos críticos más resaltantes: Casos Livieres y Lugo; la comunión eclesial; la violencia en algunos departamentos y el narcotráfico cada vez mayor; el trabajo para todos, especialmente, para los jóvenes y los campesinos; la nueva evangelización de nuestro pueblo, con una catequesis totalmente actualizada, una Pastoral social evangelizadora. Resalto y agradezco el trabajo con todos los obispos, particularmente, aquellos que me ayudaron en la conducción.
–¿Qué siente por la diócesis de Caacupé y esta comunidad?
–Lo primero que me impactó mucho fue la enfermedad terminal de un sacerdote y su muerte posterior. Así empecé en Caacupé. Hicimos todo lo que se pudo, incluso, el trasplante de médula, pero en vano. Un hermoso recuerdo: el trabajo en equipo con mis sacerdotes. Nada se hizo sin consultas previas. Incluso aquellos casos muy delicados de algunos de ellos que optaron por otro estado de vida. Los consejos (pastoral y económico) tenían su plena razón de ser. Conocí a sacerdotes, religiosas y laicos excelentes. Llevaré a esta hermosa diócesis y a la gente muy dentro del corazón.
–¿Qué le causó personalmente haber recibido al papa Francisco en julio de este año en la Basílica?
–Muy pleno. La alegría de nuestro pueblo, sin excepción de edades, fue indescriptible. Me tocó acompañar en diversos tramos al cardenal Parolín, secretario de Estado. Nuestro vehículo iba atrás, cerca del vehículo del Papa, y ver esa sonrisa de la gente, especialmente, de la juventud, me emocionó y me sigue impactando: me produjo una renovación espiritual profunda.
–¿Qué significó la visita papal para el país?
–Paraguay fue admirado por su excelente organización. La prensa internacional resaltó la liturgia y danza final de Caacupé, el altar de Ñu Guasu y el espíritu de sacrificio de los fieles en el barro, la recepción y el Coro de Niños en Luque, etc. También la buena coordinación Iglesia-Gobierno en la visita papal. La persona y las palabras del Papa, sus gestos, su cercanía, llegaron muy hondo a nuestro pueblo. Ojalá tengamos pronto una mujer paraguaya elevada a los altares. El Papa pide ahora también una madre paraguaya que haya brillado en vida cristiana santa. Yo me permito agregar, con respeto, también la posible figura de un papá paraguayo santo. ¿Por qué no?
–¿Qué repercusión tuvo para Caacupé?
–Para el Santuario de Caacupé: una fuerte irrupción de gracia y una valoración eclesial muy digna, que tuvo su coronación con el título de Basílica Menor, concedido por el Papa. A la vez, un desafío pastoral muy grande para el Santuario y la diócesis de Caacupé. El Santuario se está convirtiendo en uno de los más importantes de Sudamérica. Su plan pastoral debe responder a esa realidad creciente.
–Después del Papa, ¿qué nos espera?
–La visita del Papa fue una bendición que caló hondo en nuestro pueblo. La CEP ya tiene los instrumentos para aterrizar pastoralmente sus palabras. El deseo de los obispos es que la Iglesia se renueve profundamente. Hay una nueva conducción. La mayoría son obispos jóvenes y capaces... No es bueno acostumbrarse a ver siempre lo negativo en nuestro pueblo. Llevamos adentro un tesoro: el pueblo paraguayo es capaz de grandes cosas. Hay que saber motivarlo. Podemos llegar lejos. La generación emergente nos presiona a plantearnos objetivos importantes, con la participación de los jóvenes. Grandeza, nobleza, honestidad, son algunos de los valores obligados a tenerse en cuenta en todos nuestros planes.
–¿Cuál cree que fue el mensaje que más repitió?
–Procuré no ser repetitivo. Me ayudó mucho el Evangelio dominical. Pero en las fiestas del 8 de diciembre insistí siempre sobre la Inmaculada Concepción y su aplicación a la vida nacional. Publiqué un libro con las homilías de mis primeros años en Caacupé, que tratan de iluminar y encauzar los diversos momentos de la vida nacional.
–¿Piensa que el papa Francisco nombrará rápidamente a su sustituto?
–No sé. No tengo la menor idea. Ese tema ya queda totalmente a cargo de la Santa Sede.
–¿Cree que quien lo reemplace tiene que tener un parecido a usted?
–No se lo recomiendo. Mejor, si es él mismo. Los fieles le irán descubriendo poco a poco.
–¿Se quedó con ganas de hacer algo?
–Acabamos de lanzar un nuevo Plan Pastoral Diocesano. Me gustaría ayudar a desarrollarlo. Nos llevó tiempo elaborarlo. Fue en equipo. Da mucha seguridad trabajar sobre la base de un plan pastoral. Así lo hicimos siempre; y resulta.