18 abr. 2024

Mocoa entierra a las primeras víctimas de la tragedia que dejó al menos 254 muertos

Mocoa (Colombia), 3 abr (EFE).- Pasado el impacto inicial de una tragedia de la cual será difícil recuperarse, los habitantes de Mocoa empiezan el periodo del duelo con los primeros funerales de los fallecidos en la avalancha del fin de semana que se cobró al menos 254 vidas.

La señora Luz Mari Ruiz, lamenta la muerte de su hija Delcy Rosero hoy, lunes 3 de abril de 2017, que falleció en una avalancha que afectó 17 barrios dejando más de 250 muertos, en Mocoa (Colombia). EFE

La señora Luz Mari Ruiz, lamenta la muerte de su hija Delcy Rosero hoy, lunes 3 de abril de 2017, que falleció en una avalancha que afectó 17 barrios dejando más de 250 muertos, en Mocoa (Colombia). EFE

Una de las primeras en recibir los restos de seres queridos fue la familia de Delcy Rosero Ruiz, una mujer de 26 años que murió al filo de la medianoche del viernes tratando de salvar a su hijo de siete años cuando la avalancha de los ríos Mocoa, Sangoyaco y Mulatos avanzaba con una fuerza descomunal por la calles de su barrio.

“Yo vivía aquí, en el barrio Palermo, pero mi hermana y mi mamá vivían en el barrio San Miguel. Por donde vivían ellas pasó la avalancha y destruyó todas las casas, se llevó todo, no dejó nada, no quedó nada”, relata a Efe Yulian Marcela Rosero Ruiz, hermana de la fallecida.

Cuando la riada era inminente, Delcy Rosero logró salir de su casa en una motocicleta con su hijo Darío, de tres años, al que logró poner a salvo entregándolo a unas personas que estaban en la parte alta del barrio, y regresó a casa a buscar al de siete años, pero se la llevó la corriente cuando intentaba escapar con el niño de la furia de la naturaleza.

El niño de tres está vivo aunque bastante golpeado, pero el de siete años es otro motivo de angustia para la familia porque, según cuenta la madre de Delcy, Luz Mary Ruiz, su nombre está en una lista de menores socorridos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), pero nadie da razón de él.

Ruiz cuenta que les dijeron que el niño fue rescatado del mar de piedras y lodo en que quedaron convertidas algunas calles de Mocoa y fue trasladado en un avión ambulancia a Neiva, capital del departamento del Huila, pero familiares que viven en esa ciudad fueron a buscarlo y no lo encuentran.

“Lo único que han encontrado es a mi hermana; encontré vivo a mi sobrino, un niño de tres años, el hijo de mi hermana. Y tengo al otro, mi sobrinito que no lo encuentro, un niño de siete años, se llama Juan David Rueda Rosero”, afirma por su parte Yulian Marcela, la tía.

En el estrecho salón de su casa, Yulián Marcela improvisó un velatorio para su hermana, a cuyo féretro cerrado se aferra desconsolada Luz Mary, su madre.

La escena es desgarradora en la pequeña casa de los Rosero, a la que han acudido en señal de solidaridad algunos vecinos, también como ellos víctimas de esta catástrofe sin precedentes en Mocoa.

El viudo de Delsy Rosero, Daniel de Jesús Jiménez, intenta sobreponerse a la tragedia pero reconoce que no es fácil y afirma que siente que se va a derrumbar, que lo único que lo mantiene en pie es el niño de tres años que se salvó.

La familia Rosero lleva el drama como puede, al igual que los demás habitantes del barrio San Miguel que quedaron vivos, y sienten que hace falta más ayuda de las autoridades, aunque destacan el auxilio recibido en los momentos más dramáticos por parte de soldados del Ejército que fueron de los primeros en acudir al rescate de las víctimas.

“Desde el día que pasó eso me fui por mis propios medios -porque a mi nadie me ha brindado apoyo ni nada- a buscar a mi hermana allá en esa avalancha, y ahí encontré a mi sobrino, a Darío”, recuerda.

Explica que al niño, a quien le falta un riñón, había sido registrado con otro nombre en el hospital y como por esa circunstancia requiere un cuidado especial, pidió que se lo dejaran llevar a casa para cuidarlo.

“Yo me lo traje para la casa, entonces los señores del Ejército Nacional lo atendieron, le curaron las heridas y ya está bien, ya está acá conmigo”, cuenta.

Al atardecer del domingo las autoridades le entregaron el féretro con los restos de su hermana Delcy al que ha velado en su humilde vivienda en compañía de unos pocos familiares y vecinos.

“Solamente vinieron y dejaron acá el ataúd, no nos han dado ningún tipo de ayuda, ni siquiera para un café”, afirma mientras se dispone a salir para el cementerio donde, añade, “ahorita ya le doy cristiana sepultura”.

Gonzalo Domínguez Loeda

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