En verdad me dejó pensando la indignación de la gente tras la entrega de unos albergues pomposamente calificados como “casas de emergencia” en Horqueta. Sí, ahí donde la inseguridad y la ausencia del Estado se reparten por iguales los del EPP y los narcotraficantes, creando una sociedad para delinquir que funciona desafortunadamente muy bien. Cartes y sus ministros cortaron la cinta simbólica ante la mirada atónita de unas personas pobres y carenciadas para los que no fue suficiente sobrevivir el temporal de hace seis meses y menos aún vivir la condición de pobres y marginados de generaciones completas.
Les regalaron un espacio indigno, que violenta toda forma racional de entender por lo menos la inteligencia emocional mínima que debería ser desarrollada por cualquier gobierno que se precie de tal.
Algunos entendieron que el pobre presidente no tuvo información adecuada y fue parte de un papelón monumental que hizo que cada uno de sus colaboradores buscara salvarse como sea de la entrega de 54 minicasitas a 600 millones de guaraníes. En la foto oficial estaban desde el primer mandatario y sus sonrientes ministros de Hacienda, Vivienda y Emergencia Nacional. En el fondo de la imagen, unos desheredados que no entendían por qué sus autoridades se reían.
Tanto esta imagen como la de la minicasita despertaron una ola de indignación colectiva de la que no tiene memoria Facebook en Paraguay. Más de 700.000 personas –el 10% de la población del país– afirmaron que era una ofensa la construcción por su precariedad, espacio y falta de elementos mínimos. La palabra más contundente fue: indigna. La secretaria de Senavitat solo quería decir que no fue su oficina la que construyó el mamotreto minimalista a pesar de que ella lucía sonriente cortando la cinta simbólica de habilitación de un refugio claramente inhumano.
El de la Secretaría de Emergencia fue todavía peor: afirmó que la gente estaba contenta por la minicasita que había recibido y para defender a su colega de Senavitat dijo muy suelto de cuerpo que “ella no tenía vela en este entierro” (!) Con estos amigos en el Gabinete, nadie está a salvo y menos el incauto presidente que arremetió contra ambos según cuenta la crónica del evento.
Esto fue lo que aconteció esta semana. La gente está enojada. Los amigos de los afectados salieron en su defensa y la pobre secretaria de Viviendas tuvo que decirme en radio que no eran viviendas dignas y menos que ella viviría en sitios de ese tipo. Palabras más... palabras menos, esto es lo que se piensa en un gobierno que dijo que haría de la lucha contra la pobreza su principal bandera. Está mal lo que hicieron y les deben una disculpa a la sociedad. Hay algunos que desde la comodidad de sus vidas dicen “qué más quieren si ya son pobres”, u otros “que algo es algo y ya deberían estar contentos con la cucha que les regalaron”.
En un mundo donde se redescubre al amor como fuerza de servicio para cambiar las cosas, por lo menos lo que hicieron con los pobres de Horqueta es demostrarles en ese corte de cinta inaugural, donde todos ríen, lo poco que aman a quienes deben ser los sujetos privilegiados de la acción de gobierno.
Las minicasas son proporcionales al pensamiento que se tiene sobre los desheredados y marginados del Paraguay. Todo lo demás... es pérdida de tiempo.