EFE
San Salvador se convirtió anoche en una ciudad despierta, que comenzó con una vigilia a la que asistieron miles de personas para homenajear al que, desde siempre, es para ellos el amigo de los pobres, en la víspera de su beatificación.
Unos hicieron noche en las inmediaciones del lugar elegido para el evento; otros salieron de sus casas antes del amanecer para conseguir la mejor ubicación, el lugar idóneo desde el que no perderse detalle de la ceremonia.
Monseñor Romero es para los salvadoreños mucho más que un mártir; es el héroe, el defensor de las causas justas, el hombre bueno, es San Romero de América, como lo “bautizaron” desde que fue asesinado en San Salvador el 24 de marzo de 1980 por un escuadrón de la muerte.
Para los fieles de Romero, su beatificación no es más que el primer paso hacia la canonización, que reivindican desde hace 35 años.
Los devotos de Romero, que asistirán en pocas horas a la ceremonia de beatificación, llegan de muy diversos países, como Honduras, México, Costa Rica, Guatemala, Panamá, Brasil, Nicaragua, Ecuador, Chile o Perú.
En pocas horas, una parte de su sueño se habrá hecho realidad; el mártir será beato, el beato estará más cerca de la ansiada canonización.