El exilio cubano en Miami ya no tiene el peso de antes. Se volvió viejo y perdió influencia en una comunidad hispana hoy muy diversificada. Antes, sus representantes en Washington dictaban la política exterior con relación a Cuba. Ya murió Jorge Mas Canosa, líder de la Fundación Cubano-Americana, partidario de endurecer el embargo, y los hijos y nietos de aquellos exiliados radicales, nacidos en EEUU, no mantienen los mismos sentimientos hacia la Cuba que jamás conocieron. Una reciente encuesta de la Universidad Internacional de Florida revela que más de la mitad de la población cubano-americana (52%) desea el fin del bloqueo, mientras que en 1991 lo apoyaba el 87%.
Las pancartas contra Obama en la Pequeña Habana, tradicional barrio cubano de Miami, tienen un aire de postal nostálgica y geriátrica. Pero también era anacrónico el intento estadounidense de asfixiar económicamente a la isla a través de un bloqueo que se mantuvo tozudamente por más de medio siglo. La medida nunca resultó. Produjo penurias en la población cubana, pero fortaleció ideológicamente al régimen de Castro. Pese a esas evidencias, EEUU persistió en el error, temiendo a los votos de los exiliados cubanos. Hasta que Obama se animó a dar vuelta la última hoja de la Guerra Fría.
Ese no fue el único motivo. Además de la condena mundial al bloqueo, muchas empresas norteamericanas perdieron grandes oportunidades de negocios.
Cuando Castro decidió recibir inversiones extranjeras para sobrevivir al colapso de la Unión Soviética, abrió el desarrollo turístico a capitales españoles, alemanes y canadienses que inundaron el nuevo polo turístico con visitantes que no podían usar tarjetas de crédito de bancos norteamericanos.
Por otra parte, Cuba se había convertido en el principal obstáculo a las relaciones de EEUU con el resto de América Latina. La puerta de La Habana permitirá su reingreso a una diplomacia regional en la que era aceptado con reservas.
Para que el bloqueo económico sea definitivamente demolido, falta la aprobación del Congreso. Es cuestión de tiempo. La mayoría republicana tendrá que enfrentar la algarabía mundial con que fue recibido el deshielo y la presión del lobby empresarial –mayormente afín a los republicanos– que empezará a ver la obcecación de los halcones del partido como un obstáculo a la posibilidad de grandes negocios en Cuba.
Resta por ver cómo soporta Cuba el ingreso de personas, mercancías y tecnología de las que el embargo la separaba. Lo que queda del exilio en Miami apuesta a que el mercado libre logre lo que las armas no lograron: el derrumbe de la revolución. Cuando cayó el Muro de Berlín, hace 25 años, aseguraban lo mismo. Conociendo la historia cubana, creo que volverán a equivocarse.