23 abr. 2024

Mi voto por Marcial

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Marcial adquirió corporalidad virtual gracias al ingenio de algún humorista anónimo que le agregó texto a la fotografía de más de media docena de suicidas subidos a una moto.

La imagen había aparecido en las redes y el colaborador incógnito añadió la presunta conversación de quien conducía la máquina con un oficial de policía que le cuestionó la temeridad de treparse entre siete a aquel destartalado biciclo.

El conductor, desesperado, repreguntó por qué hablaba solo de siete, para concluir rápidamente que en algún lugar se les cayó Marcial.

Así nomás nació Marcial, el octavo pasajero, y desde entonces se han reproducido como conejos las presuntas fotografías de los ancestros de Marcial subidos al prototipo de una moto, de Marcial trepado a la moto de espaldas al manubrio (en Villarrica, obviamente), o de Marcial identificado por fin, en compañía de Fernando Lugo, entre tantas otras.

La lista de memes (así se llaman estas fotos trucadas y caricaturas que suben a la internet) es interminable. Y estaba matándome de risa viéndolas cuando un colega hizo el típico comentario sobre cómo derrochamos talento para estas superficialidades y no para lo realmente importante.

Me cortó ese breve momento de alegría y me obligó a pensar en el asunto un par de segundos, los estrictamente necesarios para concluir lo obvio; el tipo es un plomo.

Lamentablemente, forma parte del nutrido club de amargados que creen que tomarse la vida en serio es estar las 24 horas de cada día enojados por todo lo que está mal. Y así se les va la vida.

Según esta particular y horrorosa forma de concebir el devenir, todo el tiempo (sobre todo si somos periodistas) tenemos que estar obligadamente concentrados en los dramas de nuestra pobreza. Si cometemos el sacrilegio, por ejemplo, de celebrar alguna nueva humorada sobre la vida ficticia de Marcial, no estamos sino colaborando con quienes levantan estas cortinas de humo para ocultar a las masas las miserias del modelo.

Sin ir muy lejos, esta humilde columna dominguera ha sido atacada con furia por integrantes de ese club cada vez que su autor decide tratar alguna trivialidad con el único fin de divertirse.

Pues bien, para escándalo de los miembros de ese club, me permito defender la existencia de Marcial y de todo lo que este octavo pasajero representa. Marcial es un mecanismo de defensa comunal, la vacuna necesaria para no perder la cordura en el mar de sinsabores colectivos que tenemos que enfrentar todos los días.

Qué sería de nosotros los seres humanos sin el humor. Cuán desgraciadas serían nuestras vidas si no pudiéramos despojarnos cada tanto de esa insoportable solemnidad bajo la que pretenden aplastarnos quienes creen que tomarse la vida en serio es estar enojados con ella.

Una buena carcajada cada tanto no cambiará nuestra situación, pero la hace infinitamente más llevadera.

Yo le voto a Marcial.

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