“Mi mamá es la presidenta de la comisión que inauguró la comisaría del barrio y soy una de las que más utiliza para las denuncias”, señala Estela Arrúa, licenciada en Enfermería, quien repelió a dos motochorros con un palo que usan sus dos hijas en la clase de danza. La profesional fue víctima de un intento de asalto cuando caminaba con sus pequeñas en la noche del pasado lunes, en el barrio Vista Alegre de Ñemby.
“Que esté con vida es un milagro, porque los delincuentes me apuntaron y no dispararon el arma”, relata la madre de familia, quien en compañía de sus niñas regresaba de la práctica de danza de la Escuela Municipal y fueron alteadas por dos delincuentes.
Sostiene la víctima que tan solo a cuatro cuadras de su vivienda, ubicada sobre las calles Alto Paraná y Alto Paraguay, del barrio Cerrito I, fueron interceptadas por dos hombres que iban en motocicleta, con cascos y chalecos reflectivos puestos.
Los asaltantes, al percatarse de que la mujer caminaba con las menores simularon seguir su camino, pero retrocedieron finalmente para exigirle desde unos metros antes a la víctima que entregue su teléfono celular. En ese momento Arrúa, en medio del susto, pidió a sus dos pequeñas que corran y busquen refugio en casa de cualquier vecino. Las niñas, desesperadas y con gritos de auxilio, llegaron hasta una despensa, tocaron el timbre y pidieron ayuda.
GOLPES. Mientras las niñas lograron escapar del sitio del asalto, por instinto la enfermera –relata ella– empezó a golpear a los ladrones con el palo de la clase de danza y con esa acción evitó que los asaltantes se alzaran con sus pertenencias y les hizo huir. Dice que tuvo que esconderse detrás de un árbol para evitar que le disparen. “Hice sin pensar, por impulso, pero lo único que quería hacer era distraer a los ladrones para que escapen mis hijas hasta el negocio del vecino. Otra cosa no me importaba, sino salvarles la vida. Ahora, mis hijas están aterrorizadas, tienen miedo de ir a la escuela. Sus compañeros también están con temor, porque todos pasan por el lugar del asalto para ir a estudiar”, señala la madre.
“Los ladrones se aprovecharon porque no había personas por la calle. Nosotras fuimos caminando a la casa y no es porque no teníamos para pagar pasaje o taxi, fue para hacer caminata, relajarnos y charlar sobre el ensayo de danza”, explica.
No era su primera experiencia con la inseguridad. Arrúa recuerda que hace seis meses ingresaron a su propia casa a robar su automóvil. Luego de un tiempo, un hombre se introdujo también a su vivienda para robar, pero le descubrieron y le entregaron a la Policía. En su barrio, asaltaron a dos vecinas que bajaron del bus y se dirigían a sus casas.
Refiere que tiene sus respectivas denuncias en la Comisaría 55 Central, inaugurada por los vecinos y su propia madre, presidenta de la comisión vecinal.
Las comisarías 24ª de San Antonio, 7ª de Ñemby y la 55ª Central se pasan la pelota a la hora de los asaltos, aseguran los vecinos.
POLICÍAS ENOJADOS. Los jefes de estas unidades supuestamente están enojados porque el caso trascendió en los medios de comunicación y dijeron que no hay denuncia de asaltos en la zona. Sin embargo, los vecinos de los barrios Vista Alegre y Cerrito I sostienen que son zonas liberadas y descuidadas por la policía. Exigen que haya más interés de los agentes en controlar los barrios ya que los delincuentes les mantienen en zozobra.
Opinión
“No podemos utilizar la plaza del barrio”
“Ya no podemos recorrer las calles tranquilamente. Tampoco podemos utilizar la plaza del barrio, porque vienen los adictos y los ladrones a mirar a quién pueden asaltar”, refiere Nelson Francisco Díaz, poblador del barrio golpeado por la inseguridad.
“Una vez estábamos compartiendo con unos amigos y llegaron dos desconocidos y a punta de cuchillo quisieron sacarnos nuestras zapatillas. Los ladrones vienen de otros barrios para cometer sus asaltos. Estamos desprotegidos por nuestras autoridades y la justicia favorece a los ladrones”, lamenta. Nelson Díaz, vecino.
“Disparo para ahuyentar”
“Cuando estoy en mi casa, realizo disparos al aire o por el piso para amedrentar a los ladrones y consumidores de droga que acechan nuestro barrio y se esconden en patios baldíos”, refiere Ariel Brizuela, guardia de seguridad, quien manifiesta que a causa de la inseguridad tuvo que comprar un arma de fuego.
“No es porque quiero tener nomás el arma, sino que meses atrás a punta de pistola asaltaron a mi cuñada de 15 años para robarle el teléfono. Ya no se puede ir ni al almacén por la inseguridad en nuestro barrio. Tenemos que defendernos como sea”, considera el centinela.
Recuerda que en una ocasión tuvo que atrapar a un desconocido por ingresar en su patio con aparentes intenciones de robar.
“Tuve que atrapar a un hombre en mi patio, le retuvimos por varias horas, llamamos a la Policía y nunca apareció; por eso le liberamos de vuelta”, se lamenta.
El vecino señala que en la zona hay varios terrenos abandonados que sirven solo de escondites para los ladrones.
“La inseguridad es impresionante en el barrio y no recibimos respuestas de la Policía. Nadie soluciona el problema en nuestro barrio”, reitera. Ariel Brizuela, vecino.