29 mar. 2024

Mejor no tomarlo por el lado de los tomates

El tomate escaseó, y los simpáticos memes, así como los especuladores, no se hicieron esperar. El precio se disparó y el producto se volvió más preciado que el lomito, mientras continúan los debates entre quienes justifican los bloqueos fronterizos y aquellos que no.

La situación deja al descubierto varios problemas que afectan al país, como ser la dificultad de formalizar ciertas actividades, como la de los llamados paseros; la falta de trabajo –y la precarización del existente– que empuja a mucha gente a vivir del contrabando, y la carencia de una política laboral que prevea alternativas al tiempo de exigirles el apego a la legalidad.

Pero quizás el dato más preocupante que expone esta crisis es aquel mencionado por el economista Luis Rojas, de la organización Base, Investigaciones Sociales, que hace referencia al modelo agroexportador estimulado por el Gobierno, que “deforma la matriz productiva; hace crecer exageradamente los rubros de renta y exportación (soja, maíz, trigo) en detrimento de rubros de consumo cotidiano de la población nacional”.

Se trata de una cuestión de “soberanía alimentaria”, como la definen, y que exige un análisis más crítico y criterioso en torno a cómo estamos utilizando nuestra tierra y otros recursos, sobre la vía libre que tiene el cultivo extensivo e intensivo de la soja en Paraguay –más del 60% en manos extranjeras y que hoy ocupa casi el 80% del territorio destinado a la agricultura–, así como sobre la expansión ilimitada de la ganadería.

Estas prácticas van en menosprecio de la siembra de frutos y hortalizas que incluso podrían servir de alimento a la propia familia campesina, junto con la granja doméstica, otra práctica también desalentada en los últimos años en nuestro campo.

Está claro que Paraguay necesita retomar con seriedad una política agraria que vuelva a incentivar la producción frutihortícola unifamiliar y también a gran escala; un programa que prevea incentivos, capacitación, inclusión de técnicas sustentables de cultivo, apoyo financiero, entre otros. Sin esto, seguiremos expulsando a los pequeños campesinos de sus tierras y dependiendo enteramente de la producción de países vecinos. Una postura que no parece nada razonable ni lógica.

La crisis desatada debe ser una luz de alerta y exige una mirada integral de parte de las autoridades, pues se trata de un problema complejo. Tomarlo solo “por el lado de los tomates” –como se dice– en este caso, sin dudas, sería un gran error.

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