El mismo Jesús, presente en la eucaristía, está presente en los pobres. No le demos un trato distinto. Y proponíamos un compromiso en favor de los pobres desde diversos puntos de vista.
Nuestros pobres necesitan ropa y comida. Organicemos bien centros de recogida de ropa para el frío, lugares donde se pueda dar comida, todo costeado por los pudientes, para los que no tienen dónde, cómo ni qué comer. A esto se le llama obras de caridad.
Los colegios de la periferia que atienden a los hijos de los pobres carecen de calidad. A cristianos que trabajan en la enseñanza les toca presionar al Estado para que les den un trato preferencial.
Hijos de pobres que con gran ilusión y gasto de plata estaban en la Unasur clausurada y ahora en la calle sin universidad. Se necesita un grupo de cristianos que fuercen al Estado a que les busque continuidad universitaria. A esto se llama obras de solidaridad.
Los cinturones de pobreza en la Arquidiócesis de Asunción son grandes y necesitan grupos de cristianos que presionen al Estado políticamente para que se ocupen de ellos. A esto se llama compromiso político.
Nos alegramos de la Fiesta del Corpus Christi y del futuro Congreso Eucarístico. Pero Jesús no quiere ser discriminado a capricho nuestro.
“Si en alguna parte del mundo existe hambre, nuestra celebración eucarística es incompleta. En la eucaristía recibimos a Jesús que tiene hambre en el mundo. Él nos sale al encuentro no solo, sino con los pobres, los oprimidos, los sintierras, que a través de Él nos miran esperando ayuda...” (P. Arrupe).
Mañana seguimos.