Sin entender el límite de la paciencia y la tolerancia ancestral de este país “alegre”, los mandatarios están llevando a sus mandantes al camino de la rebelión. Salarios altos sin calidad ni capacidad, tareas que no se cumplen, privilegios irritantes como los pagos por “presentismo” o los sobresueldos por títulos no son más que ejemplos de una abierta provocación de los mandatarios a sus patrones.
Generalmente, este es el camino que promueve a los castigadores del sistema. Chávez llegó así a Venezuela y la dejará aún peor cuando se vaya el régimen que prohijó.
En nuestro país el camino es similar. Vaciamiento de los partidos políticos por un lado y nula capacidad ni sensibilidad para comprender el desencanto de la gente pueden empujarnos al precipicio. Los tiempos económicos que vienen estimularán el descontento, y el poder político se verá obligado a reprimir y ser injusto.
Hasta los menonitas han dejado atrás su ética privando a un indígena de candidatarse al cargo de intendente. No contentos con sacarle el triunfo, ¡ahora lo mandan detener! Debo decirles que con esto solo acumulan odios y resentimientos que serán las banderas de muchos que ya ahora ante el secuestro de uno de ellos les insinúan que se vayan porque vendrán otros.
Hay que tener mucha sensibilidad en estos tiempos. Escuchar a la gente y actuar en consecuencia. Aquí en Dominicana, su presidente Danilo Medina es popular por eso y podría ser reelecto el próximo año. Un mandatario que reconoce la autoridad de su mandante y obra en consecuencia. El presidente debe salir de su palacio y no autorizar que alguien ingrese a él.
Los gestos de arrogancia abonan el camino de la decepción primero y de la rebelión después.
Con un frenazo al consumo, con un gobierno que gasta mal, con salarios fuera de la realidad, solo vemos nubarrones en un horizonte turbulento y tormentoso.
Hay que cambiar la ecuación pronto y rápido antes de que sea tarde. Con la inminente entrada en vigor de la ley de acceso a la información pública y con la avalancha de notas y cifras sobre los mandatarios, el nivel de tolerancia de los mandantes será menor y presionará sobre la base del poder político si no cambia su proceder.
Esta debe ser la lección de esta crisis. La mirada crematística del acceso al poder y que todos han sido comprados puede llevarlos a conclusiones fatales. El rechazo a abrir las listas sábanas es no entender para nada la irritación de los mandantes. Es concluir tontamente que todo está bien cuando claramente demuestra el fastidio y el rechazo al modelo electoral vigente.
Los aliados naturales del Ejecutivo se alejan de él, el partido de gobierno está fracturado, los vecinos en graves problemas y nosotros invitando a Lula para que nos dé lecciones de cómo gobernar un país. ¡Eso es como invitar a Cristina Fernández para que nos enseñe cómo promover el agro!
Sensatez y madurez para una democracia de casi 30 años no estaría por demás reclamarlo si nuestros mandatarios entendieran su lugar y dependencia de sus mandantes. Provocarlos es llevar a la democracia al despeñadero y el ser capaces de visualizar el malestar en la democracia puede terminar en un agudo malestar contra ella. Estamos a tiempo si reconocemos la realidad y corregimos los errores. Lo mostrado hasta hoy sin embargo es pesimista. El descabezamiento de la Contraloría fue por una denuncia periodística. Sin el escándalo todo hubiera permanecido igual, y lo peor: nos estamos dando por satisfechos con la renuncia de ocasión. Demasiado poco para una sociedad que espera ejemplaridad. El peor de los escándalos es habernos acostumbrado a ellos.
Paraguay requiere soluciones propias e inteligentes y lo primero es arreglar la casa y entender por historia y realidad que los mandantes pueden estar callados y en apariencia domesticados, pero cuando exploten nadie los podrá detener.
Deben cambiar no por oportunismo, sino por sobrevivencia.