El diputado liberal Celso Maldonado dijo durante la discusión de un proyecto de ley sobre emprendedurismo que el secreto de su éxito radicaba en “ser muy cuidadoso con las finanzas”. Contó que comenzó a trabajar a los 15 años vendiendo artesanía y, cuidando el dinero, llegó a ser el dueño de la Línea 49, accionista de la Línea 30 y diputado nacional.
Tengo problemas con el éxito de Maldonado. El artículo 196 de la Constitución expresa que “ningún senador o diputado podrá formar parte de empresas que exploten servicios públicos o tengan concesiones del Estado”. Como en este país la Carta Magna es solo una referencia vaga, pasemos a otro problema. Las finanzas familiares del diputado las resuelve el Estado, que paga a los Maldonado unos 60 millones de guaraníes mensuales en remuneraciones.
Es que no son pocos. Trajo a dos de sus hijas y a dos sobrinos a trabajar a la Cámara Baja. Una tercera hija es funcionaria de la Contraloría General, pero estaba comisionada en el Senado. Hay más familiares suyos que llegaron a la administración pública sin concursar, pero no tengo tanto espacio. Sobre todo, porque hay otro problema, más serio que los anteriores.
Es que, de tanto cuidar sus ganancias como empresario del transporte, Maldonado se cargó con medio Código Laboral. Sus ex choferes aseguran que tenían que trabajar entre 16 y 18 horas al día, no cobraban salario fijo, no tenían seguro social ni vacaciones pagas, no cobraban horas extras y percibían el aguinaldo en cuotitas. Cuando intentaron formar un sindicato, cincuenta de ellos fueron despedidos. Hasta aquí, una historia tan repetida que ni siquiera se convierte en noticia.
Con lo que no contaba Maldonado era que la desesperación de los despedidos los llevaría a tomar medidas extremas que terminaron capturando la atención pública. Algo anda muy mal en un país donde los trabajadores necesitan crucificarse literalmente –con clavos de verdad– y coserse la boca para que sus reclamos sean escuchados por la prensa. Esa era su única salida, pues no esperaban nada del Gobierno, cuyo ministro del Trabajo, Guillermo Sosa, es más patronista que Sotero Ledezma, aquel zalamero seudosindicalista de los tiempos de Stroessner.
Tampoco contaba con la tozudez de sus despedidos, que hoy cumplen 130 días manteniendo la protesta. Por el camino obtuvieron mucha solidaridad. La imponente resistencia de los choferes de la Línea 49 llevó a un paro general del transporte y puede provocar una huelga general el mes que viene.
El éxito de Maldonado también es un problema para su hija Belén, candidata a concejal en Luque, a quien la recuerdan por haber sido expulsada de la Universidad Católica por comprar notas. En el fondo es solo una cuestión de conceptos. Maldonado confunde el cuidado de las finanzas con uno de los pecados capitales.