Cuando la depresión por estar privadas de libertad comenzaba a rondar, decidieron volcarse al trabajo para buscar ocupar el tiempo y aprender un oficio que les ayude a salir adelante.
Madre e hija ingresaron a los cursos de artesanía dictados por el Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA), que desde hace 8 años forma artesanas tras las rejas.
Luego se volvieron instructoras y ahora viven de este oficio e incluso pueden ayudar a sus familiares que están afuera. “Un mes después de entrar acá entramos al programa. Yo no sabía hacer nada, pero como todo comienza con la capacitación, cualquier persona puede aprender”, dice Dora sin dejar de mirar el ojo de una aguja que tenía en la mano con la que buscaba enhebrar hilo para bordar sobre una camisa.
“Yo era modista antes, ya tenía conocimiento, pero acá aprendí más técnicas. Más me dedico al crochet. De 7 de la mañana a 19.00 estoy acá y luego en mi pabellón trabajo hasta las 22.00”, añadió su madre, doña María Elizabeth, que asegura, que además de ganarse unos pesos, le ayuda a pasar el tiempo. “Es terapia ocupacional; me ayuda a no pensar tanto. Acá en la cárcel, la convivencia es muy difícil”, dice la mujer que asegura que con el dinero que gana por la venta de su trabajo, colabora con los estudios de su hijo de 14 años.
Andrea Ayala, la boliviana Sandra Yampa, Dora y María Elizabeth son de las más antiguas en el programa luego de especializarse en técnicas como ao po’i, ñanduti, encaje ju, punto cruz y otros.
trabajo. 36 internas trabajan en el taller que cuenta con el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y el Ministerio de Justicia.
Hace unos años, las internas crearon una mutual llamada Kuña Katypyry (Mujer Emprendedora) que nuclea a todas las internas y ex internas artesanas. Cuentan con tres máquinas de coser y se encargan del mantenimiento del salón que utilizan para realizar los trabajos.
Sus productos se pueden ver en lugares prestigiosos como el Paseo La Galería y también puede verse en la fan page de Kuña Katupyry en el Facebook.