Pasaron esos tiempos.
Y ahora estamos en otra colonia, diferente, pero de igual estilo.
Este es un tema sobre el que se tendría que debatir en todos los niveles. En la educación, desde la escuela hasta la universidad. Y dentro de la ciudadanía de diversos modos.
Hay colonia cuando la soberanía económica es barajada desde afuera. Hay colonia cuando la Embajada, ya saben a quienes nos referimos, tiene que dar su visto bueno. Hay colonia cuando se nos destina a los países latinoamericanos, antes a ser bananeros, ahora a ser sojeros.
No niego que exista e inclusive nos convenga una cierta interdependencia entre las diversas naciones. Pero la intensificación en ello (por ser pequeños, pobres o tener muchas riquezas) nos convierte en ser dependientes de otros más poderosos.
Más todavía, las antiguas metrópolis, una nación poderosa, son sustituidas ahora por un sistema multinacional de dominio formado por grandes empresas mundiales, los bancos o los grupos selectos de millonarios “amos” del mundo. A todo esto lo llamamos el sistema capitalista de mercado.
Hablo de esto para avergonzar a los ciudadanos paraguayos que en su ambición de riquezas vende su alma para ser los virreyes modernos del Paraguay.
Los de alta calidad que tienen su sede social en el Paraguay y en otras naciones. Después a toda la corte virreinal que les rodea de profesionales y directores de sus empresas que mueven a varios miles de empleados.
Incluyo en todo esto a esos servidores llamados políticos que, salvo muy contadas excepciones, tienen como política el ser muy buenos empleados de la colonia moderna, olvidándose que se deben a todo el pueblo paraguayo que los eligió.