El titular del ente, Osmar Ludovico Sarubbi, dijo que no se puede hacer nada para revertir dicha situación, pero al menos ahora a los sindicalistas se les ha asignado funciones y hasta “permiten” que la empresa entre en un proceso de modernización.
La aclaración de Sarubbi obedece al hecho de que el oficio sindical en la Essap siempre se relacionó con privilegios como el no asistir al lugar de trabajo, al estar exento de la obligación de marcar la entrada y salida como el resto de los funcionarios. También, con la posibilidad de ejercer presión sobre las autoridades de turno para obtener aumentos, atendiendo a que la aguatera, por ser una sociedad anónima, solo requiere de la aprobación del Directorio para reajustar los salarios, sin necesidad de pasar por otras instancias del Ejecutivo ni del Congreso. La aguatera cuenta con 9 sindicatos.
G. 15,5 millones. Juan Celso López Ibarra, secretario general del Sindicato de Empleados, Obreros y Profesionales (Seopesa), lidera el ránking de sindicalistas mejor pagados, con un ingreso de G. 15,5 millones. Lo sigue su compañero de sindicato Hugo Enrique Coronel, con G. 14,1 millones. Víctor Manuel Ocampos, del Sindicato Auténtico de Trabajadores (Sinatrae), percibe mensualmente G. 10,8 millones.
Luis Diarte, del Sindicato de Trabajadores de la Essap (Sitraessap), cobra G. 10,5 millones, al igual que Hugo Ramón González, del Sindicato de Obreros y Trabajadores de Essap (Siotraessap).
Hugo Rodríguez, también del Sinatrae, gana 10,1 millones, y con 10 millones aparece Eladio Zárate, del Seopesa. Con un salario de G. 9,2 millones figura Silvia Silva, del Sindicato de Funcionarios de la Essap (Sifuessap), y con G. 9 millones Juan Aquino Mora. La lista sigue con Mario César Flores, de la Unión de Profesionales (UPE), con G. 8,9 millones; Roberto Ruiz, del Sinatrae, con 8 millones; y Bernabé Penayo, del Sindicato de Trabajadores Unidos de Essap, con G. 7,8 millones.
En tanto, la empresa sigue perdiendo el 48% del agua que produce, pese a tener más del doble del promedio de funcionarios (6,6 vs. 3) por cada 1.000 conexiones que el resto de América Latina.