Los intereses políticos mezquinos de algunos sectores de los partidos representados en el Senado, una vez más, perjudican al país al no aportar los votos suficientes para el juicio a tres ministros de la Corte Suprema de Justicia.
Los argumentos de los que salen en contra del deseo ciudadano no atañen a la evaluación del desempeño de los que deben ser sometidos a juicio político, sino a especulaciones políticas coyunturales con las que creen que van a fortalecer sus posiciones sectarias.
Es una obligación escuchar el clamor de la gente y actuar en consecuencia. Los senadores que obstruyen el juicio político a los miembros de la Corte, sin embargo, desoyen sistemáticamente el anhelo de sus mandantes que quieren que se inicie una nueva etapa para impulsar modificaciones de actitudes y procedimientos nefastos en la administración de un bien esencial del Estado, como es la administración de Justicia.
El perjudicial desacuerdo que lleva a no contar con los votos necesarios para enjuiciar y destituir a tres ministros de la Corte debe acabar en base a un diálogo de las diferentes bancadas del Senado para lograr un consenso multipartidario acerca del cambio de los ministros de la Corte.
Es ya hora de que los partidos políticos representados en el Parlamento se pongan los pantalones largos y actúen con madurez y responsabilidad cívica. La negociación en la que las partes ceden parte de sus pretensiones para alcanzar un beneficio colectivo es un componente esencial de la política concebida como la capacidad para superar escollos y conquistar una mejor calidad de vida para la ciudadanía.
En el panorama actual se observa el internismo de los partidos políticos y el mero afán de oponerse al cambio, sin fundamentos convincentes. Los contrarios al juicio de los ministros amenazan severamente con premiar con la impunidad a los que –de tener un poco de vergüenza y algún resto de dignidad personal– hace rato debieron renunciar a la Corte.
Los políticos tendrían que haber leído ya de modo muy claro en las inquietudes de la población que hay un deseo ferviente de cambio en la Justicia, para que acaben los jueces corruptos, la venta de sentencias, el amiguismo, el acatamiento de las presiones de los poderes fácticos y la impunidad para los delincuentes.
Es necesario, entonces, que revean su posición y pasen al bando de los que sí apuestan a favor del país. De hacerlo, al menos dejarán como herencia de su lamentable gestión parlamentaria un gesto contundente que beneficie a la República.