Roberto Osorio es muchas cosas, para muchas personas. Para sus abogados, es un policía inocente que seguía órdenes de sus superiores. Para su ex jefe, es un manipulador y un mentiroso. Para muchos allegados suyos, un perseguido. Para los que recién ahora nos enteramos de su existencia, es un magnate, un tipo vivo que supo acomodarse y volverse imprescindible dentro de una institución atrapada en una eterna paradoja: la de luchar contra la mafia y a la vez ser la mafia. Este policía puede ser, quizás, la más acabada encarnación del funcionario público corrupto. Más allá de toda valoración, hay algo innegable en la vida de Osorio: nunca fue más que un ayudante más dentro de la Dirección Administrativa de la Policía Nacional.
Esta es la clave para entender el escándalo que tumbó a la cúpula policial por los millonarios desvíos de dinero con las tarjetas de combustible destinado a patrulleras.
A pesar de nunca haber llegado a una posición de mando, el suboficial viajó por el mundo, compró una cómoda casa de verano en San Bernardino, se paseó en ostentosos vehículos y llenó de lujos a los suyos. Los fiscales que investigaron el negociado con las tarjetas expedidas por Petropar para la Policía lo comprendieron rápidamente y por eso imputaron al jefe del suboficial, al director administrativo y hasta al mismo comandante Francisco Alvarenga. La vida de estrella de películas del agente motivó una investigación paralela por enriquecimiento ilícito que alcanzó nuevamente al ya destituido jefe máximo policial.
El problema es el siguiente: este suboficial estuvo en el mismo puesto administrativo durante varios años y ya vio pasar a muchos jefes y hasta a distintos comandantes. Acá la cosa empieza a complicarse y saltan preguntas bastante obvias. Si el robo con las tarjetas fue de poco más de G. 1.100 millones y se dio en los tres últimos meses, ¿con qué dinero Osorio compró los vehículos, los viajes y su residencia veraniega? ¿Cómo evitó durante tantos años ser detectado por algún superior o alguien de Asuntos Internos? ¿Existe realmente Asuntos Internos de la Policía? Al menos los cuatro últimos comandantes y directores administrativos de la Policía deberían estar respondiendo estas preguntas.
Ya sin muchas cartas que jugar, sus abogados ahora apuestan a contar la historia real de lo que ocurrió, o más bien una pequeña parte de ella. La verdad no hará libre a Osorio, pero sin dudas podrá hundir a muchos más. Finalmente, el suboficial sabe que su verdadera riqueza no está en sus casas ni en sus autos, sino en sus secretos.