18 abr. 2024

Los problemas de la inundación no se solucionan con promesas

El país de las precariedades, de la falta de respuestas sustentables y la irresponsabilidad de los políticos que prefieren tener a una población cautiva de su pobreza que les suministrará votos se refleja en la situación que se genera en cada creciente de las aguas de nuestros principales cauces hídricos. El Estado destina una gran cantidad de dinero a paliar el sufrimiento de los afectados por la emergencia generada por el desborde de los ríos y arroyos, pero desde el Gobierno, hasta ahora, no se están planteando con seriedad una solución de fondo a la problemática. Si en cada inundación se utiliza lo que corresponde a la construcción de una costanera de protección, es hora de planificar cómo concretar soluciones permanentes para acabar con la triste historia que se repite cíclicamente.

Una de las causas de la pobreza en nuestro país es que muchas de las respuestas a los problemas sociales son solo parches que resuelven mal que mal la coyuntura, pero dejan intacto el problema que volverá a presentarse cada tanto con las mismas características e idénticas actitudes de parte de los que detentan el poder de turno. Un ejemplo tangible de esa irresponsabilidad activa de la clase política paraguaya es lo que sucede con las cíclicas crecientes producidas por los ríos que salen de madre, al incrementarse los caudales hídricos.

Ante la situación generada por el fenómeno natural, cuando una vasta población ribereña se ve obligada a abandonar sus hogares ante el avance de las aguas en sus viviendas y buscar apresurado refugio en lugares altos, libres de inundación, todos los gobiernos tienen siempre la misma actitud asistencialista que alcanza a atenuar en parte el impacto de la emergencia, pero que después no plantea respuestas estructurales de seguridad para los carenciados.

A las respuestas coyunturales, cada tanto, les agregan promesas de soluciones permanentes como la que el presidente Horacio Cartes hiciera a pobladores de Alberdi en diciembre de 2015, o la firma de un acta de entendimiento entre la Municipalidad de Asunción y el Gobierno Central para el proyecto Franja Costera Sur y el Acuerdo de Revitalización del Parque Caballero capitalino. Hasta ahora no hay constancia de que las palabras hayan empezado a cobrar cuerpo en la realidad.

Según el urbanista Gonzalo Garay, cada inundación le cuesta al país el precio de una costanera: unos 20 millones de dólares. De ello se deduce que si se construyeran barreras permanentes, en algunos años el Estado dejará de destinar fondos para auxiliar a los necesitados de traslado, vivienda, cobijo y alimentos.

En términos prácticos, lo que se direccione a un proyecto global y gradual redundará en beneficio de todos. La gravedad del problema que afecta a una gran cantidad de compatriotas justifica plenamente un plan de respuesta sustentable que baje del nivel del discurso y los documentos firmados al nivel de obras en marcha.

Mientras en Asunción la costanera es apenas un segmento de solo cuatro kilómetros, Encarnación ha dado un ejemplo de avance significativo en la materia. Su muro de contención permanente hace que las inundaciones no tengan hoy el impacto de años anteriores.

Es hora de pensar con hechos en un país de respuestas eficaces y duraderas a los graves problemas sociales. Los inundados constituyen una población lo suficientemente significativa como para que de una buena vez se le preste la atención que se merece.

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