29 mar. 2024

Los mayores plagas ni siquiera salen a las calles

Por Lupe Galiano

Por Lupe Galiano

Por Lupe Galiano

Cada semana ciertos ciudadanos emprenden alguna cruzada de intolerancia extrema.En los últimos días de diciembre, el enojo estaba concentrado en los damnificados que “ocupan las calles y plazas”, “ensucian todo”, “derrochan el agua potable” y “raterean en las casas”. En enero, la mirada estuvo puesta en los cuidacoches, que “exigen un pago, cuando el espacio es público”, “son unos extorsionadores”, “delincuentes”. Y ahora la emprenden contra los limpiavidrios que son “violentos”, “te ofrecen un servicio que no requeriste” y “te amedrentan”.

En síntesis, para ciertos sectores, estos tres grupos humanos y otros que cada tanto salen al tapete, son haraganes (con y sin hache, dependiendo de la formación ortográfica del opinante), impresentables, vividores, delincuentes. Para otros, nostálgicos de un pasado idealizado cuando se podía dormir con las ventanas abiertas y no había ningún tipo de carencia del cuerpo ni del alma, el país de maravillas está estropeado por los mayores plagas, que son estas personas que se buscan la vida como mejor pueden. Nada tiene que ver con la ineptitud de los gobiernos para manejar los dineros y planificar.

Y así, cuando la furia crece, los políticos sanateros aprovechan para lanzar medidas populistas que agradan a esta casta ñembo privilegiada a la que le encanta prohibir, cerrar, clausurar, encarcelar (a los otros, por supuesto).Este tipo de propuestas nada originales van desde la eliminación de grupos humanos, mediante una ordenanza, ley, decreto o cualquier otro tipo de papel que se convertirá en letra muerta, hasta la creación de hogares, escuelas, reformatorios, casas de salud mental y demás donde esconder a los molestosos.A veces se iluminan y ofrecen crear programas y cursos de capacitación a través de organismos que no tienen ganas ni tiempo de capacitar a nadie. Tampoco falta quien propone un apoyo económico, que resulta escandaloso para los correctos que se olvidan de que en este país se subsidia a todo el mundo: sojeros, ganaderos, arroceros y hasta a los transportistas que no paran de cometer abusos desde que empezó a circular el primer ómnibus en Asunción, allá por los años 40.

Tal como están las cosas, los plañidos de una parte de la población van a seguir; la resignación de otros continuará y la violencia crecerá. Mientras, los ciudadanos que pagan impuesto inmobiliario, tasas especiales, IPS, IVA, patente, renta, peajes, habilitación para conducir, precinta, caridades varias y todos los tipos de contribuciones posibles continuarán en las mismas: abonar en caja y plaguearse en las redes sociales, pero nunca, nunca, nunca demandar a los verdaderos y auténticos mayores plagas del Paraguay.

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