¿Creés que mejoró la educación pública en los últimos cuatro años? ¿Sabés si, cuanto menos, se analizó qué está mal en el modelo educativo, qué hay que cambiar en él?
¿Te parece que hubo reformas en el sistema público de salud? ¿Tenés la impresión de que si hoy enfermás o sufrís un accidente tendrás una mejor cobertura médica? ¿Te sentís más segura o seguro en las calles? ¿Te parece que la policía es ahora menos corrupta?
¿Te animarías a litigar ante la justicia? ¿Te da la impresión de que hoy los jueces y fiscales son más confiables o más independientes? ¿Creés que si alguien con poder político o económico es descubierto cometiendo un delito será penado de acuerdo con la ley? ¿Se te ocurre que siendo pobre tenés alguna oportunidad de que la justicia te ampare?
¿Te parece que en algo se redujo la brecha gigantesca que existe en el país entre las oportunidades que tiene un rico y las que tiene un pobre?
Estas son las preguntas que tenemos que hacernos para saber si el país avanza o no en la construcción de los verdaderos cimientos de una nación; todo lo demás es aleatorio.
Esos son los límites infranqueables del Paraguay subdesarrollado.
Es absolutamente imposible mejorar la calidad de vida de las personas si no tienen garantizadas desde su nacimiento, e independientemente de su estratificación social, una educación pública de calidad, una cobertura básica de asistencia médica, seguridad física y previsibilidad jurídica. Sobre esos pilares se han construido todas las naciones exitosas del mundo. No hay un modelo B.
¿Ha logrado la administración Cartes avances en esos campos? En absoluto. Pese a ser en muchos aspectos la mejor administración desde el advenimiento de la democracia, Cartes ni siquiera ha logrado elaborar un plan que apunte hacia ese rumbo. Y no lo ha logrado porque para conseguir mejoras en esas áreas es imprescindible e inevitable hacer profundas y complicadas reformas para las que se requieren acuerdos políticos, pactos sociales, un diálogo permanente y agotador con todos los sectores involucrados. Y eso Cartes no lo puede hacer. Carece por completo del talento político, de la tolerancia, del carisma, de la capacidad de convencer y de la profunda convicción democrática que se requiere para ello.
Y ojo que no es que solo él sea el problema en ese campo, tampoco tuvieron esas condiciones sus antecesores. Cartes hizo más transparente y menos corrupta la administración pública, agilizó la ejecución de obras públicas y redujo el reparto político de la cosa pública. Y punto. Es lo que puede hacer, es su límite.
Lo peor es que todo eso se puede perder en unos pocos meses porque no tiene sustento institucional. Es solo la voluntad coyuntural de un presidente. Y eso es un fracaso.
Una administración exitosa es aquella que logra cambios cuya permanencia y consolidación no dependen ya de quien las promovió. Si esa fuera la situación, no habrían generado toda esta crisis solo para darle un segundo periodo.
No lo vale. Que pase el siguiente.