29 mar. 2024

Los hombres que pasan y dejan instituciones dañadas

En menos de tres décadas de vida democrática del Paraguay, muchas de las instituciones que se crearon al instaurarse el régimen de libertad ya cayeron en total descrédito por culpa de personas inmorales que pasaron por ellas.

Estamos hablando de hombres que no honraron la responsabilidad que les asignaron, que no pensaron en el país y que perdieron toda dignidad, saqueando y permitiendo dilapidar los recursos que debían administrar con honestidad y austeridad.

Hablamos de instituciones que también perdieron credibilidad por culpa de la partidización que hoy las permea, convirtiéndolas en coto de caza que se reparte según la temporal distribución de fuerzas en el tablero político.

En estos momentos los ciudadanos del Paraguay seguimos asombrándonos por dos recientes casos que demuestran fehacientemente esta trágica realidad de dilapidación inmisericorde de la cosa pública: el negociado con tarjetas de combustible en la Policía Nacional, y las remuneraciones del nivel de altos ejecutivos de una multinacional que una secretaria y otros funcionarios de la Contraloría General de la República (CGR) estaban percibiendo, en detrimento de los salarios de los profesionales auditores, que sí tienen una delicada función de control de la administración de los recursos del Estado.

La cabeza de la Policía ya cayó. El comandante Alvarenga está imputado y tiene mucho que explicar a los ciudadanos y ante la Justicia. Particularmente, su envidiable y extraordinario crecimiento económico y su veloz cambio de estatus, como tantos otros comisarios.

Aunque en esta ocasión la novedad es que hasta un suboficial, siempre y cuando sirva a la rosca, puede experimentar un salto patrimonial fabuloso y llevar una vida holgadísima y festiva, que otro camarada del mismo rango ni siquiera podría soñar.

Es el contralor el que no se dio por enterado de que por culpa suya una institución como la CGR, que conservaba aún cierto prestigio y grado de confianza, ahora es objeto de burlas y es tema de chistes.

Por eso, además del daño patrimonial, tanto el comandante como el contralor, que en lugar de engrandecer las instituciones ayudaron a devastarlas, al momento de ser juzgados los jueces deberán considerar el profundo perjuicio moral que provocaron. A nadie escapa que las dos instituciones requerirán años para recuperar la confianza ciudadana, si es que esto es factible.

Estos hombres pasaron, y las instituciones quedaron muy mal. Sus nombres deberían figurar en una placa de bronce, a la vista de todos, que además de citar el daño que produjeron, debe decir: TRAIDORES DE LA PATRIA.

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