Hoy le pedimos al Espíritu Santo que doblegue en nosotros lo que es rígido, particularmente la rigidez de la soberbia; que caliente en nosotros lo que es frío, la tibieza en el trato con Dios; que enderece lo extraviado, porque son muchos los apegamientos terrenos, el peso de los pecados pasados, la flaqueza de la voluntad, la ignorancia de lo que en tantas ocasiones sería más grato a Dios...
De aquí provienen los fracasos y debilidades, los cansancios y derrotas. Por eso, le pedimos en nuestra oración que arranque de nuestra alma “el peso muerto, resto de todas las impurezas, que le hace pegarse al suelo (...); para que suba hasta la Majestad de Dios, a fundirse en la llamarada viva de amor, que es él”.
El papa Francisco, a propósito del Evangelio de hoy, dice: “El Espíritu Santo, entonces, como promete Jesús, nos guía ‘en toda la verdad’; nos lleva no solo al encuentro con Jesús, plenitud de la verdad, sino que nos guía ‘en’ la verdad, es decir, nos hace entrar en una comunión siempre más profunda con Jesús, dándonos la inteligencia de las cosas de Dios. Y esta no la podemos alcanzar con nuestras fuerzas”.
“Si Dios no nos ilumina interiormente, nuestro ser cristiano será superficial. La tradición de la Iglesia afirma que el Espíritu de la verdad actúa en nuestros corazones, suscitando aquel ‘sentido de la fe’ (sensus fidei), a través del cual, como afirma el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, indefectiblemente se adhiere a la fe transmitida, la profundiza con un juicio recto y la aplica más plenamente en la vida. Probemos a preguntarnos: ¿Estoy abierto a la acción del Espíritu Santo, le pido para que me ilumine, y me haga más sensible a las cosas de Dios?”, expresó.
“Esta es una oración que tenemos que rezar todos los días: ‘Espíritu Santo, haz que mi corazón esté abierto a la Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto al bien, que mi corazón esté abierto a la belleza de Dios, todos los días’. Me gustaría hacerles una pregunta a todos ustedes: ¿Cuántos de ustedes rezan cada día al Espíritu Santo?”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal).