Durante las décadas de 1970 y 1980, Luis González Arias, actual candidato del Poder Ejecutivo para ser jefe de misión en Perú, se desempeñó como representante permanente del Paraguay ante las Naciones Unidas y luego como embajador ante la Argentina.
Abundante documentación da cuenta de que en ambos puestos mantuvo celosa y permanentemente informado al régimen stronista acerca de las actividades desarrolladas en Estado Unidos y Argentina por los opositores a la dictadura. Los movimientos efectuados por Domingo Laíno, Epifanio Méndez Fleitas, Euclides Acevedo y Jorge Lara Castro, los hermanos Saguier, entre otros, eran monitoreados constantemente por el diplomático, a fin de que el gobierno stronista en Asunción tuviera conocimiento continuo sobre los contactos de los líderes opositores, quienes en más de una oportunidad fueron calificados como “elementos subversivos” (ver facsímil).
Los reportes del diplomático eran de crucial importancia para que la dictadura pudiera contrarrestar la campaña que los demócratas paraguayos efectuaban en el exterior a favor de la apertura política en el país y la vigencia de los derechos humanos.
La preocupación de González Arias era constante, al punto de dar cuenta directa sobre la “intensificación de la actividad política en la comunidad paraguaya” en Nueva York, a fines de 1970.
Abarcaba, además, un amplio abanico de temas de gran vigencia en la época de la Guerra Fría, como ser el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier. En uno de sus informes confidenciales, González Arias advertía que en Estados Unidos estaba consolidada la creencia de que el gobierno stronista había facilitado documentación falsa a los asesinos del ex ministro de Salvador Allende, para su ingreso al país del norte.
Ya como embajador del gobierno stronista en Argentina, González Arias continuó dando cuenta detallada de la actividad desplegada por los entonces opositores radicados en ese país. En la época, el gobierno de Raúl Alfonsín se mostró interesado en promocionar la democracia en el Paraguay y brindó respaldo a docenas de opositores que clamaban una apertura democrática en nuestro país.
La actitud argentina irritó en extremo al stronismo y González Arias no dudó en enfrentar activamente al oficialismo radical, hasta el punto de que este solicitó su salida del país a mediados del año 1986. Finalmente, para evitar que la situación se siguiera tensando, Stroessner aceptó retirarlo de Buenos Aires.