25 abr. 2024

Los civilizados de la Seam y del MOPC

Por Mario Rubén Álvarez - alva@uhora.com.py

Mario Rubén Álvarez

Mario Rubén Álvarez

De que el Paraguay es el país de las contradicciones lo ratifica la actitud del nuevo ministro de la Secretaría del Ambiente (Seam), Rolando de Barros Barreto.

Él, que debería ser el primero en defender la ecología es el primero en atacarla. Buen estreno en el cargo el suyo.

Si estuviese ejerciendo el puesto con responsabilidad y compromiso social, debería hacer respetar la ecología del Cerro León en cuyo entorno viven los indígenas Ayoreo o Totobiegosode, conocidos también como Moros y Pyta Jovái (por llevar un calzado de terminaciones iguales tanto en los talones como en la punta de los pies para despistar a sus enemigos).

El ministro De Barros Barreto olvida que un ecosistema no es solo hábitat de plantas, animales y piedras, sino también un espacio físico en el que las personas, dentro de su cultura, desarrollan su vida. No en vano se habla de ecología humana.

El macizo Cerro León –elevaciones que llegan hasta 600 metros de altura– se encuentra en medio del Parque Nacional Defensores del Chaco, de 720.000 hectáreas, ubicado cerca de la frontera con Bolivia.

Como el ministro de la Seam, a toda costa, quiere darle al Ministerio de Obras Públicas luz verde para que extraiga piedras a fin de pavimentar caminos de la Región Occidental, argumenta que qué pa nájeko tanto lo que son la utilización de 20 hectáreas en un territorio inmenso. Al minimizar el área de explotación de la cantera, pretende también minimizar el problema.

Por eso apeló contra el amparo que el juez Rubén Riquelme concedió a los Ayoreo impidiendo por el momento la explotación de la mina de rocas que hará polvo la mitad del Cerro León, cuyo diámetro es de tan solo 40 kilómetros.

Lo que se suscita aquí es el enfrentamiento entre la civilización y la barbarie. En el planteamiento de Domingo Faustino Sarmiento –aquel maestro y presidente argentino inhumano que proponía matar a los paraguayos en los vientres de sus madres y, sin embargo, murió en 1888 al amparo de la humanidad del Paraguay– los gauchos eran los enemigos del progreso. Para De Barros Barreto y –por extensión–, para el ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, los ayoreo son la barbarie porque no quieren que las piedras del Cerro León sirvan para rutas chaqueñas.

Aquí la cosa es al revés: ser civilizado es respetar el derecho de los indígenas a seguir viviendo su cultura sin interferencias.

Explotar una cantera en Cerro León será abrir caminos a los infaltables depredadores que en las horas de descanso del laboreo de las piedras irán de cacería y quién puede asegurar que una de las piezas cobradas no sea algún ayoreo silvícola que se resista a ser invadido por los civilizados.

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