19 abr. 2024

Los aduaneros “ciegos”

Por Mario Rubén Álvarez – alva@uhora.com.py

Mario Rubén Álvarez

Mario Rubén Álvarez

En tiempos de Stroessner y aún hoy, uno de los puestos más apetecibles del sector público era, es todavía, el de empleado de Aduanas asignado a lugares por los que ingresa gran cantidad de productos importados.

Si bien ahora Aduanas ya no posee la casi exclusividad del empleo público al que se llega con las manos vacías y se sale de allí con una casa de jeque árabe, una flota de camiones, 7 camionetas, incontables autos, 2 edificios más 17 departamentos en Asunción, 6 en Miami y otra media docena en Buenos Aires y una estancia, sin contar el efectivo de los bancos y otros ponderables bienes, continúa siendo una poderosa fuente de ingresos.

El vista de aduana —que obviamente no opera solo sino en cofradía para una causa, digo, bolsa común— lo que menos hace es ver.

No ve lo que pasa delante de él. O si desfila ante sus ojos la imagen borrosa de una cadena montañosa, para él solo será una colina irrelevante. Y si son contenedores atiborrados de Rolex, únicamente divisará vagamente pequeños jarros de aluminio tapados con números con unas crucetas que parecen segunderos.

Cuanto más ciego es un vista, más rápido acrecentará su patrimonio. La fortuna que acumule será directamente proporcional a la “pérdida” de sus ojos y oídos.

Las aduanas son una de las fuentes más importantes de ingreso para que Hacienda despilfarre el dinero en una buena cantidad de funcionarios públicos zánganos y, además, designe fondos a salud, educación, vivienda y compañía. Para los primeros nunca faltará dinero; para los últimos, casi siempre.

Por lo tanto, si los administradores y vistas —en callada, pero efectiva complicidad— determinan que una mercadería que debe pagar 5.000 guaraníes en concepto de arancel establecido, solo abone 234, ganan el importador y los aduaneros, coima de por medio.

El que allí pierde es el país, es decir nosotros que no somos aduaneros.

Inútil será decirles a los que preparan los maletines para Asunción, toman su parte y reparten el resto entre los vistas para que no haya descontento en la cosecha del fruto de la sinvergüencería concertada que roben un poco menos, que la patria necesita más dinero para medicamentos en el Hospital de Clínicas, merienda escolar, terraplenados de caminos, viviendas dignas —no hornos con moldes de casa— y alimentos para los indígenas que se mueren de hambre.

A esos aduaneros no hay que enviarles 6 controladores del Banco Central y de Hacienda sino un enjambre de fiscales que examinen los bienes con los que llegaron y los que hoy tienen. Así se cuantificará la magnitud de los males que causan al Paraguay.

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