Si el presidente de la Cámara de Diputados, Juan Bartolomé Ancho Ramírez, se encuentra tan preocupado por el “desprestigio” que –según él– los medios de comunicación construyen en torno al Parlamento Nacional, quienes toman las decisiones en esa instancia legislativa tendrían que tenerlo en cuenta y actuar en consecuencia.
Es decir, no dar motivos para las críticas.
Por ejemplo, este señor se hubiera ahorrado “toda una campaña en contra” –como él mismo llamó a las publicaciones hechas–, a través de los medios de comunicación, sobre los ingentes gastos que ocasionarían al Presupuesto General de Gastos de la Nación, al no aprobar nada más y nada menos que 2.540 millones de guaraníes solo para los servicios gastronómicos (o sea bocaditos) para él y sus colegas durante todo este año.
Resulta que ahora, después de la “campaña de desprestigio de la prensa”, anunció que el monto en cuestión finalmente quedó recortado a la mitad. La ciudadanía, señor presidente de la Cámara de Diputados, aplaude la decisión. Pero aún aguarda otras y más significativas determinaciones de los legisladores que favorezcan una mejor y eficiente utilización del dinero público.
Si a usted no se le ocurre ninguna, aquí le acerco algunas que no solo contribuirán a limpiar esa gastada y desprestigiada imagen que ustedes solitos se construyeron, como políticos primero, y como legisladores, después, sino también a una mejor y más equitativa distribución de los fondos del erario público.
a) Un recorte, similar al impuesto ahora a los gastos por bocaditos, pero a la entrega de combustibles para legisladores y funcionarios del Congreso Nacional.
b) Una reducción del cincuenta por ciento en el rubro que ustedes denominan gastos por representación, no solo para el Congreso, sino a toda la función pública.
c) Control y supervisión extrema a los llamados a licitación para la adquisición de bienes y/o servicios (es aquí donde suelen hacerse los grandes negociados y vaciamientos de las arcas del Estado).
d) Verificación y reeeteque control a sus colegas y a la planilla de funcionarios públicos, a fin de evitar que inescrupulosos, como el diputado José María Ibáñez, sigan haciéndonos pagar todos los salarios de sus jardineros, empleadas y hasta novias y novios.