20 abr. 2024

Lejos del paciente

En perspectiva

Tras ingresar al consultorio de un conocido y prestigioso sanatorio capitalino, le explico al médico las molestias y los dolores que sentía hace varios días. El profesional me hizo algunas preguntas y, sin siquiera levantarse de su asiento, para mi sorpresa, comenzó a preparar la receta. Le pedí que, por lo menos, observara la zona afectada por los dolores para descartar posibilidades, sugerencia aceptada con gesto de molestia.

Al salir del lugar, llamé a un familiar médico para comentarle mi indignación sobre lo sucedido, a lo que este reconoció que la relación médico-paciente “está cada vez peor”, y me informó, además, que en su caso, en una de las periféricas del IPS, por disposición de la dirección solo cuentan con 9 minutos por paciente. Algo que no tiene sentido, si se busca una atención de calidad y adecuada a las necesidades de los enfermos, me explicó. Y luego, recordó el caso de una mujer, a la que, obviamente, le dedicó más minutos de lo exigido por la previsional, que le dijo conmovida: “Es la primera vez que un médico me escucha”.

Estos casos son señales del acelerado deterioro de la atención de la salud en nuestro país, que incluye, además de un sistema colapsado e inhumano, donde la gente tiene que madrugar, formar largas filas y soportar todo tipo de incomodidades, la mediocre formación de profesionales del sector.

El sistema de salud de un país se sostiene en la calidad de sus profesionales, por ello, es inexplicable la falta de control y el relajamiento existente en Paraguay en torno a la formación de doctores en medicina, enfermeros y personal de blanco en general. En la actualidad uno puede ser víctima de egresados de universidades de garaje e instituciones que otorgan títulos sin cumplir con las exigencias propias del sector, y, mucho menos, con las establecidas a nivel regional en cuanto a malla curricular, equipamiento, horas de clases y práctica, etcétera.

La salud de la población no puede estar en manos de médicos que no reconocen ni respetan a la persona, y son incapaces siquiera de examinar o escuchar al enfermo. La relación médico-paciente es la piedra angular de la práctica de la salud, y, por tanto, de la ética del área. Muchos médicos, cayendo en la pereza y las “soluciones parches”, se limitan a repetir fórmulas y aplicar calmantes en vez de auscultar e intentar reconocer la raíz de las dolencias.

Hoy, necesitamos profesionales capaces de mirar al paciente, escucharlo y tratarlo como si fuera un familiar. Solo con médicos que no teman “sentir” un poco el dolor del otro, será posible esperar un mejoramiento de nuestro inhumano y precario sistema de salud.