No se ama sino aquello que se conoce bien. Por eso es necesario que tengamos la vida de Cristo “en la cabeza y en el corazón, de modo que, en cualquier momento, sin necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, podamos contemplarla como en una película; de forma que, en las diversas situaciones de nuestra conducta, acudan a la memoria las palabras y los hechos del Señor.
“Si queremos llevar hasta el Señor a los demás hombres, es necesario ir al Evangelio y contemplar el amor de Cristo”.
El papa Francisco a propósito del evangelio de hoy dijo: “Hoy me quiero centrar en la acción que el Espíritu Santo realiza en la guía de la Iglesia y de cada uno de nosotros a la verdad. Jesús mismo dice a sus discípulos: el Espíritu Santo “les guiará en toda la verdad”, siendo él mismo “el Espíritu de la verdad”.
Vivimos en una época en la que se es más bien escéptico con respecto a la verdad. Benedicto XVI ha hablado muchas veces de relativismo, es decir, la tendencia a creer que no hay nada definitivo, y a pensar que la verdad está dada por el consenso general o por lo que nosotros queremos. Surge la pregunta: ¿existe realmente “la” verdad? ¿Qué es “la” verdad? ¿Podemos conocerla? ¿Podemos encontrarla?
Aquí me viene a la memoria la pregunta del procurador romano Poncio Pilato cuando Jesús le revela el sentido profundo de su misión: “¿Qué es la verdad?”. Pilato no llega a entender que “la” verdad está frente a él, no es capaz de ver en Jesús el rostro de la verdad, que es el rostro de Dios. Y, sin embargo, Jesús es esto: la verdad, la cual, en la plenitud de los tiempos, “se hizo carne”, que vino entre nosotros para que la conociéramos.
La verdad no se aferra como una cosa, la verdad se encuentra. No es una posesión, es un encuentro con una persona”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal y http://es.catholic.net/op/articulos/16217/cat/566/yo-soy-el-camino-la-verdad-y-la-vida.html).