El balance, que dobla el de hace dos años, es el más grave desde que la organización empezó a contabilizar los asesinatos de ecologistas en 2002.
Se trata del reflejo de una ola de violencia en la que “las empresas mineras, madereras, hidroeléctricas y agrícolas pisotean a las personas y al medioambiente en su búsqueda de ganancias”, lamenta la organización.
En 2016 los asesinatos de activistas ambientales se extendieron además geográficamente, hasta 24 países distintos, comparados con los 16 países de 2015.
Brasil, Colombia y Filipinas acaparan más de la mitad de los asesinatos, seguidos por India, Honduras, Nicaragua, la República Democrática del Congo y Bangladés.
“La despiadada lucha por la riqueza natural del Amazonas hace que Brasil sea, una vez más, el país más mortífero del mundo”, con 49 asesinatos en un año, indica el informe.
Al mismo tiempo, Honduras sigue siendo el país más peligroso por su número de asesinatos per cápita durante la última década. El 60% de los asesinados tuvieron lugar en países de América Latina y el 40% de víctimas eran miembros de grupos indígenas, indica la oenegé. afp