Por ejemplo, la persona que ya al levantarse vive el “minuto heroico”, venciendo la pereza desde el primer momento de la jornada, tendrá más facilidad para ser diligente con otros deberes, pequeños o grandes.
El Señor no pide imposibles. Con nuestra vida –que puede tener fallos, pero que no se conforma a ellos– debemos enseñar que las virtudes cristianas se pueden vivir en medio de todas las tareas nobles; y que ser compasivos con los defectos y errores ajenos no es rebajar las exigencias del Evangelio.
El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy dijo: “Integración: Jesús revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los prejuicios.
Él, sin embargo, no deroga la Ley de Moisés, sino que la lleva a plenitud, declarando, por ejemplo, la ineficacia contraproducente de la ley del talión; declarando que Dios no se complace en la observancia del sábado que desprecia al hombre y lo condena; o cuando ante la mujer pecadora, no la condena, sino que la salva de la intransigencia de aquellos que estaban ya preparados para lapidarla sin piedad, pretendiendo aplicar la Ley de Moisés.
Jesús revoluciona también las conciencias en el Discurso de la montaña abriendo nuevos horizontes para la humanidad y revelando plenamente la lógica de Dios.
La lógica del amor que no se basa en el miedo sino en la libertad, en la caridad, en el sano celo y en el deseo salvífico de Dios, Nuestro Salvador, “que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. “Misericordia quiero y no sacrificio”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://es.catholic.net/op/articulos/19746/cat/331/no-he-venido-a-abolir-la-ley-y-los-profetas.html)