Se trata de una enfermedad que produce una disminución del número de plaquetas en la sangre. Estas células son esenciales para la coagulación, por lo que existe una tendencia patológica a hemorragias espontáneas o postraumáticas. Las más temibles son las internas, sobre todo las cerebrales, que pueden producir daños letales.
Al constatarse que Pablo tenía una cifra extremadamente baja de plaquetas, el cuerpo médico de la Selección optó por no arriesgarlo y aconsejó su desconvocatoria. Hasta allí, nada que discutir. La práctica del fútbol de alta competencia lo expone a cabezazos, patadas, codazos y caídas que podrían tener graves consecuencias.
El problema surge cuando el jugador revela algo sorprendente: desde hace años viene jugando con plaquetas tan bajas como ahora y nunca le ha pasado nada. Dice que conoce los riesgos y que, pese a ello, lo que más ansía es seguir en el fútbol, porque “si muero, prefiero que sea en la cancha”. Al parecer, en México, aun conociendo el problema, no pusieron objeciones a que juegue. Tampoco la FIFA tiene reglamentada una conducta ante una eventualidad tan insólita como la que afecta a Pablo.
Su caso plantea un interesante conflicto en el campo de la bioética. ¿Cuál debe ser la actitud del médico ante la decisión del jugador de seguir con su carrera? Como me sentía confundido ante la posición correcta, decidí trasladar la pregunta a dos referentes en el tema. El doctor Enrique de Mestral, profesor titular de Bioética de la Facultad de Medicina (UNA), sostuvo que el caso confronta a dos principios éticos fundamentales. Por un lado está el de beneficencia, que obliga al médico a actuar siempre en beneficio del paciente. Y, por el otro, está el de autonomía personal, que garantiza al mismo el derecho a decidir conscientemente sobre su propio cuerpo y salud. En estos casos prima este último principio. Si la persona se encuentra en indiscutible capacidad de discernimiento y está plenamente informada de los riesgos, el médico debe documentar la determinación y no interferir.
En el mismo sentido opinó el doctor Sinforiano Rodríguez, miembro de la Academia de Medicina y ex integrante del Comité de Ética del Círculo Paraguayo de Médicos. Expresó que, frente al criterio técnico de preservar la vida, se sobrepone el criterio filosófico de respetar la decisión autónoma e informada del paciente. Ninguna instancia puede obligarlo a actuar de otro modo.
Nada sencillo el caso de Pablo Aguilar. Espero que estas reflexiones ayuden a sus médicos a decidir lo más acertado.