Según pudo comprobar Efe, unidades de infantería limpiaron esta mañana de bombas trapas la hilera de casas más orientales, aquellas que lindan con el distrito 3 y levantaron un puesto avanzado en una de la principal mezquita la zona.
El templo, llamado Al Rabat construido en estilo andalusí, fue uno de los centros principales de gobierno durante los más de 15 meses que ha durado el control efectivo del Estado Islámico sobre la ciudad en la que nació y murió Muamar al Gadafi.
“El objetivo ahora es asegurar las posiciones antes de entrar en el distrito 3", un área de unos dos kilómetros cuadrados asomada al mar, densa de edificaciones y callejones estrechos, donde se cree que resiste el último centenar de fanáticos musulmanes, explicó a Efe uno de los capitanes.
Las milicias del oeste de Libia, en su gran mayoría procedentes de la ciudad de Misrata y aliadas al llamado gobierno de unidad nacional, formado por la ONU, iniciaron el domingo el asalto final a la ciudad portuaria de Sirte, bastión de los yihadistas desde febrero de 2016.
Desde entonces, han muerto cerca de medio centenar de milicianos y más de 200 han resultado heridos, una decena de ellos de extrema gravedad, según confirmaron a Efe responsables médicos sobre el terreno.
Las mismas fuentes elevaron a 500 las víctimas mortales en sus filas desde que el pasado mes de junio comenzara el asedio a esta ciudad mediterránea situada a escasos 400 kilómetros al este de Trípoli.
Hasta entonces, los yihadistas instalaron un sistema de gobierno a semejanza de califato en Siria e Irak basado en el terror pero también en la oferta de seguridad e infraestructuras a una población abandonada.
En mayo, y después de que una amenazaran públicamente con avanzar a Misrata, la poderosas milicias de esta ciudad -la tercera en importancia del país- se unieron a otras del oeste de Libia para frenar su avance y liberar el puerto.
Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 rebeldes apoyados por la OTAN lograran derrocar la dictadura de Al Gadafi.
En la actualidad dos autoridades, una en el este que mantiene el reconocimiento internacional, y otra en el oeste fomentada por la ONU, luchan por hacerse con el poder y el control de los recursos energéticos.