José Manuel Bóveda, el simpático y cordialote senador del Unace, partido que sigue bregando a pesar de que su fundador, presidente y gerente general, Lino Oviedo, falleció hace ya bastante tiempo, dejando el grupo medio destartalado, parece ser actualmente el encargado de recordarnos que ese partido aboga por los principios y hechos menos defendibles, alardeando al mismo tiempo de poseer un acendrado espíritu cristiano, pleno de generosidad y respetuoso amor al prójimo.
El mentado coronel, ya retirado, dijo que ser nena y mamá es normal. Para él, la nena que está embarazada a causa de una violación, debe llegar al parto porque la vida que lleva en su vientre es sagrada. Claro, la vida que lleva la nena no merece ninguna consideración. Fue vejada a los nueve años, poco más o menos, sintiendo sin tomar conciencia plena de que había perdido para siempre su infancia. Pero para gente como Bóveda, ella debe ser madre porque así lo quiere Dios, sin que haya constancia alguna de que Dios haya proclamado alguna vez semejante insensatez.
Sería bueno recordarles al señor Bóveda y a los demás que piensan como él, que una niña (o un niño) tiene solamente dos deberes mientras dure su infancia: estudiar y jugar. Que la serpiente del infierno haya decidido intervenir en la vida de esa pobre nena para regalarle un violador, que la dejó preñada, no vuelve obligatorio que se deje prosperar el embarazo y obligar a la menor a una temprana maternidad que, con seguridad, echará por tierra las escasas oportunidades positivas que la vida le deparaba hasta el desgraciado suceso.
Solo para refrescar la memoria y la gente sepa qué clase de persona es el senador Bóveda, cito algunas frases que no pueden pasar al olvido sin más: “Existen mamás que tienen once y quince años, y eso es normal” (También es normal en algunos países muy especiales decapitar ante cámaras de TV a personas sin culpas graves, sin que eso signifique que está bien). “Hay niñas que ya están hechas. A los once ya son madres”. “Ya están hechas”, puede entenderse que esas niñas ya le zapatean las hormonas al senador, y por tanto está muy bien que alguien las someta a sus deseos y las haga madres. No dijo ni media palabra del hijo del vagón de prostitutas que cometió la salvajada. Ni siquiera dijo que habría que elaborar o modificar algunas leyes para proteger a esas pobres criaturas abusadas sin mayores consecuencias.
“Hay proyectos de ley que quieren que se aborte y que se haga el matrimonio hombre con hombre y mujer con mujer y todo eso”. Faltó rematar con “y todas cosa”. Los matrimonios entre homosexuales están en otra esfera de consideración, muy ajena a la violación de nenas y nenes. Y defender una vida que aún no empezó, a costa de otra que está en su plena infancia, me parece una insensatez, para decirlo sin palabrotas.