El especialista desarrolló esta idea en una disertación organizada por el Ministerio de Hacienda de nuestro país, del cual el disertante es asesor y viene acompañando las políticas fiscales del Gobierno.
Uno de los ítems de la institucionalidad es la regla fiscal contracíclica por la vía de un modelo de balance que dure más de un periodo gubernamental, y que sea compatible con la meta de deuda pública, según manifestó.
Otro de los elementos tiene que ver con el énfasis en la inversión pública; un tercer ítem que hace a la creación de un consejo fiscal independiente –y que asegure transparencia de la regla fiscal– y un cuarto factor, que es la creación de los fondos soberanos.
Estos últimos, según manifestó, servirán para amortiguar con un colchón financiero y de recursos las etapas en que eventualmente un país atraviese una recesión o no cuente con fondos para solventar sus gastos públicos.
De esta manera, en tiempos de bonanza las finanzas públicas podrán controlar los gastos y no salirse de una regla fiscal establecida; mientras que en tiempos de “vacas flacas”, se apelará a un mayor gasto para no desacelerar el ritmo económico, según dijo.
En cuanto a los beneficios de la regla fiscal, apuntó que en 1990 sólo eran cinco los países en el mundo que adoptaron esta modalidad; mientras que a 2015 ya llegó el número a 90 países, con lo cual sostuvo que es my beneficiosa para el control de los gastos y del presupuesto.
Larrain destacó además que se debe controlar el gasto público en tiempos de desaceleración, porque puede llevar a un aumento de la deuda posteriormente insostenible.
Citó el caso de Grecia, que tiene actualmente un 175% de deuda pública respecto de su PIB; mientras que Paraguay se sitúa en apenas un 23%.
Sobre la rigidez de la regla fiscal, dijo que prefiere una situación en que ese esquema sea proporcional a los tiempos que vive un país, sea durante bonanza o bien recesión.