29 mar. 2024

La vuelta a la vida

Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 7, 11-17.

Al ver Jesús a la mujer, se compadeció de ella y le dijo: “No llores. Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron; y dijo: Muchacho, a ti te lo digo, levántate. Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar; y se lo entregó a su madre.

Muchos padres han visto en la madre que recupera a su hijo muerto una imagen de la Iglesia, que recibe también a sus hijos muertos por el pecado a través de la acción misericordiosa de Cristo.

El papa Francisco, a propósito del evangelio de hoy dijo: “La muerte es una experiencia que concierne a todas las familias, sin ninguna excepción. Es parte de la vida; sin embargo, cuando toca a los afectos familiares, la muerte no nos parece jamás natural.

Para los padres, sobrevivir a los propios hijos es algo particularmente desgarrador, que contradice la naturaleza elemental de las relaciones que dan sentido a la familia misma.

La pérdida de un hijo o de una hija es como si detuviera el tiempo: Se abre un abismo que traga el pasado y también el futuro. La muerte, que se lleva el hijo pequeño o joven, es una bofetada a las promesas, a los dones y sacrificios de amor alegremente entregados a la vida que hemos hecho nacer.

Tantas veces vienen a misa en Santa Marta padres con la foto de un hijo, una hija, niño, muchacho, muchacha y me dicen: ‘Se fue’. La mirada es tan dolorida. La muerte toca y cuando es un hijo toca profundamente.

[...] Yo quisiera subrayar la última frase del evangelio que hoy hemos escuchado. Después de que Jesús trae de nuevo a la vida a este joven, hijo de la mamá que era viuda, dice el evangelio: “Jesús lo restituyó a su madre”. ¡Y esta es nuestra esperanza! ¡Todos nuestros seres queridos que se han ido, todos el Señor los restituirá a nosotros y con ellos nos encontraremos juntos y esta esperanza no decepciona!

Recordemos bien este gesto de Jesús; “Y Jesús lo restituyó a su madre”. ¡Así hará el Señor con todos nuestros seres queridos de la familia!”.

(Frases extractadas del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal).