18 abr. 2024

“La visita del papa Francisco al país es sacudón espiritual”

Desde Buenos Aires, donde guarda reposo, con un cuadro de salud complejo, monseñor Livieres habla con dificultad y emoción de su vida en la Iglesia del Paraguay.

Apoyado.  Monseñor Livieres, en Buenos Aires, rodeado de antiguos discípulos suyos.

Apoyado. Monseñor Livieres, en Buenos Aires, rodeado de antiguos discípulos suyos.

–¿Cómo vive estos días de enfermedad?

–Estos días de enfermedad, los vivo cerca de Dios. Cerca de Él y cerca de la gente que me ayuda tanto y está a mi alrededor: Sin ellos no sé qué haría.

–Desde este momento y situación, ¿cómo resumiría una vida intentando servir a la Iglesia Católica?

–Es una vida felicísima. Con solo intentar servir a Dios y a la iglesia ya el Señor bendice con la alegría y hace que uno esté contento, independientemente de las circunstancias.

–Como obispo, ¿cómo describiría al pueblo paraguayo?

–Muy piadoso, muy cercano a la Virgen, a los santos. Ahora, tiene que mejorar en algunos aspectos, por ejemplo el uso de los sacramentos. No el bautismo, que se bautizan mucho, pero sí los demás, que quizás no están lo suficientemente desarrollados.

–¿Qué destaca de sus diez años como obispo de Ciudad del Este?

–Muchos puntos. Pero quería sobre todo señalar el seminario, con más de cien alumnos, y la producción de sacerdotes: ordené 60 estos últimos tres años, que es cuando empezó el seminario a producir sacerdotes.

–¿Hay algo de lo que se arrepienta?

Muchísimas cosas. Todos los días pido perdón al Señor por las cosas que hice mal, antes de dormir. Las enumero, por lo menos las que me doy cuenta, y el Señor baja con su perdón y con su paz.

–¿Algo que merezca una ulterior aclaración?

–Quiero decir que en todo momento estuve yo unido al Papa y a la Iglesia, que ni de cerca ni de lejos estuve con una disposición cismática, sino que señalé algunos errores que se han contemplado posteriormente en la legislación. Por ejemplo en la expulsión de obispos, que antes era completamente voluntad del Papa, ahora también lo es por supuesto, pero se debe seguir una reglamentación que yo sugerí.

–En las declaraciones públicas, ¿la actitud de un pastor frente al error debe ser igual a su actitud con los que se equivocan?

–La misericordia siempre tiene que estar presente en los juicios, no solamente del obispo sino de las personas particulares, de todos. Así es que, en general, tuve un buen recibimiento, porque procuré vivir la caridad delicadamente, de forma que se encuentre la persona no juzgada sino ayudada.

–¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la Iglesia en Paraguay?

–La evangelización más profunda. La gente realmente es piadosa pero superficial, en el sentido de que hay puntos centrales de la doctrina católica que no se viven o no se plantean o se plantean flojamente. Por ejemplo, todo el uso de los sacramentos, el uso de la palabra de Dios, que es mayor ahora pero hay mucho que hacer. Las dos cosas, fundamentalmente, que son los puntos en los que la Iglesia se erige: la salvación de las almas y la predicación de los sacerdotes.

–¿En qué medida puede ayudar el viaje del Santo Padre?

–En una gran medida porque es un sacudón espiritual y una ocasión para manifestar la unidad, el afecto y, en el caso de los laicos y demás personas de la Iglesia, la proximidad también de ellos. No es el Papa una figura lejana sino que es una figura cercana; antes se decía: “ni aunque venga el Papa”, como una cosa imposible, y ahora el Papa viene y se subsana esa situación.

–¿Cómo es su relación hoy con el papa Francisco, luego de que decidiera separarlo de su diócesis?

–Es una relación buena porque nos hemos comunicado mutuamente y siento el afecto del Papa y él siente el afecto mío hacia él. Así que creo que las cosas están en su camino. Lleva tiempo arreglarlo pero se va a arreglar con la ayuda de todos, la oración de todos: tantos rezan por mí, a Dios gracias, y lo siento. Así seguiremos avanzando en el camino de unidad y el afecto con todos. Por mi parte siempre hubo afecto a la figura del Papa independientemente de quien fuera, ahora lo conozco y sé quién es.

–¿Y con su sucesor al frente de la Iglesia de Ciudad del Este?

–Una relación magnífica. Él vino a casa a verme varias veces, cinco, y yo le escribo, le llamo: tenemos una fluida relación. Le he pedido yo algunas cosas que las cumplió inmediatamente, y hasta ahora no cambió nada de lo que yo hice, así que somos muy próximos. Es un hombre excelente, buenísimo. Como el que yo estaba buscando como sucesor mío, porque la salud no me da, pero Dios me ha enviado, a través del Papa, una persona desconocida para mí, que reúne todas las condiciones.

–¿Pueden contribuir de alguna manera los fieles para que el Sínodo de la familia sea fecundo?

–Yo he animado siempre a todos a rezar por el tema del Sínodo que hubiera. Así que los fieles laicos pueden contribuir con su oración, con su sacrificio personal, a la realización de este acontecimiento grande de la Iglesia del que esperamos muchos frutos.

–Pedir perdón y perdonar es a veces algo heroico. ¿Podría ofrecernos un testimonio personal sobre esta dimensión central del cristianismo?

–La verdad es que a mí no me cuesta perdonar. Tengo un carácter que revienta cada tanto, pero enseguida me llevo bien con las personas, no es que guarde rencor, en absoluto. Me parece que perdonar y ser perdonado es un trámite habitual en la vida de la Iglesia. Todos tenemos que hacer eso si queremos funcionar como buenos hijos de Dios.

–¿Qué expectativas tiene del año santo de la Misericordia definido por al Papa para 2016?

–Me parece que es muy apropiado y fantástico el tema que ofrece al mundo católico para el año que viene. Dios quiera que tenga tantos frutos como han tenido los demasiados años santos.

Damián Fernández, director de posgrados de Comunicación de la Universidad Austral de Buenos Aires.

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