28 mar. 2024

La viña del Señor

Hoy meditamos el evangelio según San Mateo 20, 1-16.

No quiere el Señor darnos aquí una enseñanza de moral salarial o profesional. Nos dice que en el mundo de la gracia todo, incluso lo que parece que se nos debe como justicia por las obras buenas realizadas, es un puro don.

El que fue llamado al alba, en los comienzos de su vida, a seguir más de cerca a Cristo, no puede presumir de tener mayores derechos que el que lo ha sido en la edad madura, o quizá a última hora de su vida, en el crepúsculo. Y estos últimos no deben desalentarse pensando que quizá es demasiado tarde. Para todos el jornal se debe a la misericordia divina, y es siempre inmenso y desproporcionado por lo que aquí hayamos trabajado para el Señor. La grandeza de sus planes está siempre por encima de nuestros juicios.

San Juan Pablo II, comentando esta parábola, invitaba a mirar cara a cara este mundo nuestro con sus inquietudes y esperanzas: un mundo –añadía el Pontífice– cuyas situaciones económicas, sociales, políticas y culturales presentan problemas y dificultades más graves que las que describía el Concilio Vaticano II en un documento. «De todas formas –comentaba el Santo–, es esta la viña, y es este el campo en que los fieles laicos están llamados a vivir su misión».

No son gratas al Señor las quejas estériles, que suponen falta de fe, ni siquiera un sentido negativo y pesimista de lo que nos rodea, sean cuales fueran las circunstancias en las que se desarrolle nuestra vida. Es esta la viña, y es este el campo donde el Señor quiere que estemos, metidos en medio de esta sociedad, con sus valores y sus deficiencias. Es en la propia familia –esta y no otra– en la que nos hemos de santificar y la que hemos de llevar a Dios, en el trabajo que cada día nos espera, en la Universidad o en el Instituto. Esa es la viña del Señor donde él quiere que trabajemos, sin falsas excusas.

San Pablo, en la Segunda lectura de la Misa, escribe a los cristianos de Filipo: Me encuentro en esta alternativa: por un lado deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. ¡Tanta era su esperanza en Cristo, su amor a aquellos primeros cristianos que había llevado a la fe!

Pablo escribe estando encarcelado y sufriendo a causa de quienes, por rivalidad, quieren entorpecer su obra. Sin embargo, esto no le quita la paz y la serenidad, y no deja de seguir trabajando en la viña del Señor con los medios de que dispone. Rechacemos el pesimismo. «No admitas el desaliento en tu apostolado. Dios tiene muy pocos amigos en la tierra. No desees salir de este mundo. No rehúyas el peso de los días, aunque a veces se nos hagan muy largos».

El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy dijo: “«La Iglesia no es solo para las personas buenas. ¿Queremos decir quién pertenece a la Iglesia, a esta fiesta? Los pecadores, todos nosotros, pecadores, hemos sido invitados... En la fiesta se participa totalmente. ‘Voy a la fiesta, pero me detengo solo en la primera sala de estar, porque tengo que estar solo con tres o cuatro que conozco y los demás...’ ¡Esto no se puede hacer en la Iglesia! ¡O entras con todos o permaneces fuera! Tú no puedes hacer una selección: la Iglesia es para todos ¡Es la Iglesia de todos!»”.

(Frases del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y https://www.pildorasdefe.net/).