Ambas vertientes confluyen a la perfección en la exposición “La fuerza de la materia” que se presentará en Santiago de Chile a partir del próximo domingo.
Un total de 112 obras, entre las que se encuentran 41 pinturas, 20 dibujos, 22 esculturas, 26 piezas gráficas y tres objetos que inspiraron a Miró, son el alma de la muestra que permanecerá abierta en el Centro de las Artes 660 hasta el 26 de octubre.
En representación de la familia del artista, su nieto, Joan Punyet, se encuentra en Santiago de Chile “para mostrar su apoyo a la exposición y dar un acento más íntimo y humano del artista español”.
“Mi abuelo tuvo una gran relación con Chile desde siempre, existe un gran paralelismo histórico entre ambos países”, explicó Punyet en una entrevista con Efe.
En 1930 Miró fue muy cercano al poeta chileno Vicente Huidobro, cuando los dos vivían en París. Después entabló una gran amistad con Pablo Neruda y colaboró en la iniciativa de crear un museo con obras donadas en apoyo al gobierno de Salvador Allende.
Su nieto revela que “Allende le mandó una carta de agradecimiento por el gesto en nombre del pueblo chileno”, documento que ahora se presenta en la sala de exposiciones Artes 660.
“Quiso donar otra obra al museo de la resistencia, durante la dictadura (1973-1990), pero dijo que pisaría Chile cuando recuperase la democracia”, manifestó Punyet, deseo que no pudo cumplir Miró en vida al fallecer en 1983.
En “La fuerza de la materia” los visitantes podrán “comprobar la maestría del artista en diferentes soportes con alto nivel”, dice Punyet; así como disfrutar “obras inéditas, no expuestas hasta el momento”.
Entre las piezas presentadas se encuentra una de sus facetas menos conocidas: la escultura, donde Miró utiliza objetos cotidianos fundidos en la libre asociación de ideas surrealista.
“En su escultura subyace su sentido del humor, el trasmitía ese carisma a través de la metáfora y la evocación”, subrayó su nieto.
Pero Punyet habla también del otro Miró, el que conoció en su casa de Mallorca detrás de los focos que lo apuntaban, una persona “atormentada por la responsabilidad artística tras la muerte de su amigo Picasso, opaco, y ensoñado”.
Un mundo interior marcado también por lo onírico ya que el “trataba de entrar dentro de la noche para captar figuras y personajes que luego representaba en sus obras”.
Su metodología de trabajo consistía en “leer poesía y escuchar música para más tarde ejecutar su arte”, porque ese fue el deseo de Miró, convertir sus cuadros en “construcciones poéticas musicales”.
Miró comprobó en primera persona el peso del cincel sobre las manos del artista, supo de la dificultad de traducir los pensamientos en trazos, esa tarea ardua y adictiva a partes iguales que no lo abandonó nunca.