Por Mary Glezcu | @maryglezcu
Video: Fabián Fleitas
César Pastor Martínez nació el 30 de marzo de 1955, de profesión periodista y publicista, era director del periódico Defensores del Chaco, que fue fundado por su padre, un ex combatiente de la Guerra del Chaco que siempre lo apoyó y cuando murió dejó a su cargo la redacción del diario. Cuando era más joven, también se dedicaba al periodismo deportivo.
En el año 2005, con 50 años de edad, César Martínez estaba en una relación amorosa con una mujer cuya familia se dedicaba al tráfico internacional de drogas, según comentó.
El hombre recordó que su cuñado fue hasta su casa y le pidió guardar allí un camión de gran porte, en cuyo interior había un total de 3.000 kilos de marihuana que fue enviado a Chile.
César contó que en un primer momento desconocía lo que había en el camión, cuando supo que se trataba de droga, se opuso a que siga en su vivienda, sin embargo, ya era demasiado tarde.
“El vehículo estuvo en mi patio por dos días y eso ya es un delito, al principio no supe que adentro había droga, después cuando me di cuenta ya había mucha presión”, afirmó.
Por este hecho, estuvo 4 años tras las rejas, en calidad de procesado, y finalmente le dieron una condena de 16 años, mientras que los responsables directos de la carga recibieron una pena mayor.
Recordó que los primeros días dentro del penal lo único que deseaba era morir, no tenía cama e incluso tuvo que comprar una por la suma de un millón de guaraníes.
“Tenía mucho miedo, el temor me embargaba, era realmente horrible, pensé que el mundo se me venía ya abajo, pero hoy en día puedo decir que gracias a Dios y a mis familiares que me acompañaron pude salir por la puerta grande. Tengo muchas cosas que ofrecerle a los jóvenes para el día de mañana no ir por un camino desordenado o desviado”, reflexionó.
Afirmó que lo que le mantuvo con vida durante los 10 largos años cautivo fue la fe que tenía en Dios y, sobre todo, el contar con el apoyo de sus hijos y sus hermanas. Dijo que el principal apoyo para las personas que se encuentran en ese lugar es el amor de la familia.
Ingresó al Pabellón Libertad, en donde tenía varias restricciones, como no fumar, no consumir bebidas alcohólicas ni drogas, aceptó todo eso con el propósito de cuidar su salud.
Posteriormente las autoridades lo invitaron para trabajar en la oficina y comenzó a enseñar la educación básica a sus otros compañeros reclusos, quienes eran analfabetos.
“Me gustaba enseñarles a ellos a leer y a escribir, tuve muchas anécdotas con ellos, así pude absorber muchas historias de Tacumbú”, acotó.
Tras las rejas se inspiró y escribió cuatro libros
Allí dentro escribió cuatro historias basadas en hechos reales, el propósito de los libros es que los lectores conozcan la Penitenciaría Nacional de Tacumbú desde adentro para así evitar ingresar.
Sus libros y su contenido
Su primer libro se denomina Camino al infierno, encontré el cielo, consiste en relatos verdaderos de una vida en reclusión y cómo subsistir para encontrar el rumbo correcto en un lugar marginado y sin esperanzas, sumergido en las intensas luchas entre el bien y el mal, en una de las cárceles más conflictivas de Sudamérica.
En el libro relata la historia de un recluso llamado Francisco Samudio Ávalos, quien ingresó al penal a la edad de 20 años por un crimen que cometió y fue condenado a 25 años de prisión, perdiendo tras las rejas toda su juventud.
Allí se motivó a buscar ayuda de Dios, luego de las navidades sin sentido, las horas macabras y fatales de los amotinamientos y la gran batalla librada frente al sufrimiento.
Finalmente recuperó su libertad, ingresó a una universidad y hoy en día es todo un profesional.
“Estar en el infierno en Tacumbú y encontrar el cielo a través de Dios es maravilloso. A través del trabajo, de los estudios, de esa necesidad de salir adelante, de tener una esperanza, este varón lo consiguió y está trabajando”, acotó.
Su segundo libro fue Las calles del chespi, también está basado en una historia real, la vida del Chico Revez, un joven que nació en el barrio Ricardo Brugada de Asunción y fue abandonado por su madre y su padre, luego ingresó al mundo de las drogas, principalmente el crack. Desde los 6 años empezó a trabajar, exigido por una circunstancia extrema: la enfermedad de su abuela.
Con este libro el autor cuenta muchos episodios de lo que sucede en Tacumbú con respecto al mundo de las drogas y las peleas por la misma. También describe lo que es el crack y cómo se van perdiendo los jóvenes con su consumo.
“El mensaje que deja este libro es que hay un camino para salir de las drogas, hay esperanza”, refirió.
El tercer libro que ha escrito tras los fríos muros y los duros barrotes de la prisión fue denominado El trovador y la doncella: Poemas de la vida. En sus páginas narra el valor de la mujer paraguaya. Es un libro con más de 30 poemas, pero también tiene relatos.
“Salió de mis sentimientos para poder darle un homenaje a la mujer, yo tengo mi hermana que me apoyó tanto, que es como mi madre, hasta hoy en día está conmigo, yo me siento muy agradecido a la mujer, por eso nació este libro”, explicó.
Por último escribió Tacumbú: Deshumanización y humanización, en él explica el trabajo del facilitador voluntario.
Afirma que la cárcel del barrio Tacumbú es el gran mundo de las tinieblas, donde la mayor parte del tiempo funciona como depósito de individuos desviados y cuyo objeto es hacerlos disciplinados e inútiles.
El lugar marginado está a punto de explosionar por el hacinamiento inhumano actual. En este marco se asfixia el recluso y se lo obliga a vivir en una atmósfera de indolencia, desidia y ceguera pública, señala su escrito.
Además, expresa que en este escenario del dispositivo institucional el facilitador voluntario comienza a transitar con su mirada transparente y comprometida con la humanización. Ahí va enseñando y formando a sus pares internos que se encuentran en situación de desamparo y como un camino para una sociedad más justa y segura recibe con júbilo a la nueva Ley de Ejecución Penal, que es impulsada por el Ministerio de Justicia del Paraguay, con la que emerge y denota el compromiso con la humanización.
En el libro también se puede leer la situación de los reclusos conocidos como “pasilleros”, que no tienen más esperanza de vivir.
Mensaje a todos los jóvenes
Instó a los jóvenes a escribir y a perseguir sus sueños; a no pensar en el dinero, ya que una vez que se alcanza el sueño, el dinero viene solo.
El propósito de sus obras es que el lector conozca lo que es la vida tras las rejas.
“Hay que conocer Tacumbú para no querer entrar ahí”, afirmó.
Actualmente se encuentra escribiendo su quinto libro, que será su autobiografía.
También enseña en el Centro Comunitario Chacarita, de la Pastoral Social Arquidiocesana, y se dedica a vender sus libros, para con su experiencia dejar una enseñanza de vida a todos los lectores.
Este 24 de diciembre será la primera Nochebuena y la primera Navidad que volverá a ocupar su lugar en la mesa, en donde estuvo ausente durante 10 años y 8 meses.
Tiene cuatro hijos, tres de ellos son hombres y una mujer, quienes fueron su soporte para aguantar tantos años de sufrimiento tras las rejas y las frías paredes dentro del penal de Tacumbú, ya que siempre mantuvo la esperanza de volver a empezar.
El escritor agradeció a sus hermanas, quienes no lo abandonaron en ningún momento y de sus abrazos sacó fuerzas para luchar cada día con la esperanza de saber que alguna vez volverían a estar todos juntos.
Por último, dijo que en Tacumbú el 80% de las personas está procesada y solo el 20% tiene condena, por lo que pidió a las autoridades que no haya tanta lentitud en los procesos.
“Allí también hay inocentes y no podemos destruir un inocente por ser lento, hay gente que va muchas veces al Palacio de Justicia y se suspenden sus audiencias por a o b motivos, eso es un gasto para el Estado y un problema psicológico para el interno que llega triste, llorando y no sabe qué hacer”, lamentó.
César Martínez abandonó la prisión de Tacumbú en la mañana del 10 de junio de este año, tras ser beneficiado con la libertad condicional. Aquel día se registró un incendio en el sótano de la penitenciaría, donde los internos realizan trabajos para obtener algún recurso económico. Guampas, terciadas y colchones había en el sitio, entre otros artefactos y materia prima.
A raíz del siniestro falleció Blas Gaona, quien se desempeñaba como subjefe de Seguridad de Tacumbú; mientras que Dionisio Amarilla, un interno de 34 años, resultó con quemaduras en el rostro y manos.
Posteriormente, los reclusos que murieron en el incendio fueron identificados como Francisco Benítez, César Bogado, Alfredo Maciel, Daniel Salinas y David Frazer.