Un proverbio chino señala que “cuando el dinero habla, la verdad calla”. Algo de esto podemos percibir en estos días ante los casos de corrupción que ocupan los titulares de los medios de prensa, como el del suboficial vinculado a millonarios desvíos de dinero destinados a combustible para la Policía Nacional, o el de la llamada secretaria vip que, sin título universitario y con dudosas horas extras, cobraba más de G. 20 millones mensuales en la Contraloría General de la República.
Y a estos habría que sumar otros tantos ya conocidos por todos, como el de la niñera con salario de Itaipú o los caseros de una casa de campo con rubros del Parlamento. Tampoco podemos olvidar a los planilleros del sector público, que figuran en varias instituciones, y, sin pudor, cobran millones sin siquiera asistir al puesto de trabajo.
Y uno se pregunta ¿Cómo una persona llega al punto de arriesgar toda su carrera, honorabilidad y dignidad por el dinero fácil y sucio? ¿Cómo uno puede volverse insensible hasta el punto de apropiarse sin reparos de recursos ajenos, del Estado, que bien podrían utilizarse para el mejoramiento de la salud y la educación de tantos paraguayos?
Como coinciden varios sociólogos, el hombre contemporáneo vive intentando llenar enormes vacíos con gases volátiles, con aparentes, pero inconsistentes contenidos. Si hoy somos capaces de “idolatrar” el dinero, es porque creemos implícitamente que este vale más que la dignidad humana y hasta la vida misma.
Sin embargo, retomando el proverbio, cuando el “poderoso caballero don dinero” se impone, hay una verdad que calla, o mejor, se intenta acallar, pues se trata de un “grito” imborrable del corazón de todo ser humano, un gemido que embarga la mirada y niega la paz; exigencia de justicia y verdad con la que nacemos, y que no se obnubila fácilmente con dinero robado.
¿Es posible educar a la honestidad con plena garantía de éxito? Sin dudas que no, pues la libertad del hombre es un bien tan preciado y valioso como imposible de programar. No obstante, hay que tener en claro, citando al escritor español Valentín Moragas, que “mucho dinero y poca educación”, siempre será “la peor combinación”.