Quienes añoramos esto no podemos menos que estar decepcionados del falso liderazgo que campea en nuestra política. A días de las elecciones generales, a pocos meses de las elecciones internas, de la develación de tremendos hechos de corrupción en la Justicia, de los intentos de autoblindaje para evitar que los legisladores asuman sus responsabilidades delictivas, en pleno aniversario del 31M, noche aciaga de la política paraguaya en la que asistimos azorados al incendio del Congreso y al ataque mortal a la sede de un partido político como corolario de los intentos de romper la democracia más extremos de los últimos tiempos, ya se ha expuesto delante nuestro el espectro total del liderazgo político. Se mostraron los líderes materialistas que solo negocian intereses y privilegios, los líderes oportunistas que pescan en ríos revueltos, los líderes autoritarios que ejercen poderes fácticos torciendo voluntades según su conveniencia, y también algunos líderes idealistas que desean hacer las cosas bien, siempre en minoría.
Tantas propuestas, promesas, discursos, peleas y reconciliaciones nos confunden, cambiando el panorama a cada rato por conveniencias coyunturales.
Más de 25 diferentes listas para senadores y para diputados son un síntoma claro del descontento general con las propuestas tradicionales que ya sacaron todos los trapos sucios, dejando al descubierto las verdaderas intenciones.
Es que hay gente que no puede confiar su voto a los líderes que conoció tan crudamente en estos meses y busca ocupar espacios para tomar en sus manos la tarea que ve tan mal hecha. Pero ¿cómo saber quiénes no van a traicionar sus promesas y marearse con las mieles del poder?
Como en cualquier esfera del quehacer humano a las personas se las conoce por sus acciones y no por sus palabras. El especialista en liderazgo José Medina estuvo brillante al recordarnos en su último artículo que para elegir líderes que resuciten valores básicos tenemos que mirar primero que todo la integridad; segundo, la motivación; y tercero, las capacidades, que también son imprescindibles. Porque sin integridad la motivación es peligrosa. Sin motivación, las capacidades son impotentes, y sin capacidades, el conocimiento y experiencia son ciegos.
Para elegir miremos entonces lo que las personas hicieron de manera sostenida en su vida. No importa si es rico o humilde, importa si trabajó honestamente. No importa su ideología, importa si lo que hizo se orientó al bien común, no importa lo que sabe, sino que no haya mentido ni se haya aprovechado de los que saben menos, no importa de dónde provenga, sino que no haya defraudado a quienes le confiaron algo.