El Evangelio de la Misa nos presenta diversas parábolas acerca del reino de los cielos: el tesoro escondido, la perla de gran valor que encuentra un comerciante en perlas finas, la red barredera que echan en el mar y recoge toda clase de peces, unos buenos y otros malos. Al final se reúnen los buenos en un cesto y los malos se tiran. Esta red echada en el mar es imagen de la Iglesia, en cuyo seno hay justos y pecadores.
En otros lugares el Señor enseña esta misma realidad: en su Iglesia, hasta el fin de los tiempos, habrá santos y quienes se han marchado de la casa paterna, malgastando la herencia recibida en el bautis- mo; y todos pertenecen a ella, aunque de diverso modo.
El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy dijo: “[…] ¿Qué es el reino de los cielos? Jesús no se preocupa por explicarlo. Lo enuncia desde el comienzo de su Evangelio: ‘El reino de los cielos está cerca’…
[…] Las dos parábolas sobre las cuales queremos reflexionar nos hacen comprender que el reino de Dios se hace presente en la persona misma de Jesús. Él es el tesoro escondido, es él la perla de gran valor. Se comprende la alegría del campesino y del comerciante: ¡lo han encontrado! Es la alegría de cada uno de nosotros cuando descubrimos la cercanía y la presencia de Jesús en nuestra vida.
Una presencia que transforma la existencia y nos hace abiertos a las exigencias de los hermanos; una presencia que invita a acoger a cada una de las demás presencias, incluso, la del extranjero y del inmigrante. Es una presencia acogedora, alegre, fecunda: así es el reino de Dios dentro de nosotros.
Ustedes podrían preguntarme: ¿Cómo se encuentra el reino de Dios? Cada uno de nosotros tiene un itinerario especial, cada uno de nosotros tiene su camino en la vida. Para alguno el encuentro con Jesús es algo esperado, deseado, buscado por largo tiempo, como nos lo muestra la parábola del comerciante que da vueltas por el mundo para encontrar algo de valor. Para otros ocurre de forma improvisa, casi por casualidad, como en la parábola del campesino. Esto nos recuerda que Dios se deja encontrar de una manera o de otra, porque es él el primero que desea encontrarnos y el primero que busca encontrarnos: vino para ser el ‘Dios con nosotros’.
Jesús está entre nosotros, él está aquí hoy. Lo dijo él: cuando se reúnen en mi nombre, yo estoy entre ustedes. El Señor está aquí, está con nosotros, está en medio de nosotros. Es él quien nos busca, es él quien se deja encontrar incluso por quien no lo busca. A veces él se deja encontrar en sitios insólitos y en momentos inesperados.
Cuando encontramos a Jesús quedamos fascinados, conquistados, y es una alegría dejar nuestro acostumbrado modo de vivir, tal vez árido y apático, para abrazar el Evangelio, para dejarnos guiar por la lógica nueva del amor y del servicio humilde y desinteresado. La Palabra de Jesús, el Evangelio.
Les hago una pregunta, pero no quiero que me la respondan a mí: ¿cuántos de ustedes leen cada día un pasaje del Evangelio? Y cuántos de ustedes, tal vez, tienen prisa por acabar el trabajo con el fin de no perder la telenovela… Tener el Evangelio entre las manos, tener el Evangelio sobre la mesilla, tener el Evangelio en la cartera, tener el Evangelio en el bolsillo y abrirlo para leer la Palabra de Jesús: así viene el reino de Dios. El contacto con la Palabra de Jesús nos acerca al reino de Dios.
Piénsalo bien: un Evangelio pequeño siempre al alcance de la mano, se abre en un punto por casualidad y se lee lo que dice Jesús, y Jesús está allí…
… Cuando una persona descubre a Dios, el verdadero tesoro, abandona un estilo de vida egoísta y busca compartir con los demás la caridad que viene de Dios”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal)